Renovación obligada
El electorado exige cambio. De ahí la irrupción de Podemos, el castigo al PP y el premio al PSOE
El último barómetro del CIS confirma la fragmentación de un sistema de dos partidos dominantes en otro de tres, fenómeno ya observado por Metroscopia en su encuesta del pasado domingo para este periódico. Todo ello coincide con los movimientos telúricos que ya se han producido en la política de otros países europeos castigados por la crisis. El electorado español tiene una opinión general muy negativa sobre la situación política y ocho de cada diez ciudadanos están convencidos del mal estado de la economía. Este es el fondo de pesimismo profundo en el que martillean los casos de corrupción, los abusos de ciertos políticos o el problema independentista en Cataluña, y que configuran un otoño del descontento que, en realidad, es una continuidad de la situación preexistente.
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Poco importa que la cocina del CIS se incline por asignar al Partido Popular la primera plaza y a Podemos la tercera, alterando así las posiciones estimadas por Metroscopia a partir de datos de intención directa de voto sensiblemente parecidos. Lo esencial es que ambos trabajos refuerzan la idea de que, políticamente, no importa tanto quién quede el primero como qué capacidad tengan de negociar y pactar soluciones, puesto que ninguno de los partidos en liza parece en condiciones de lograr una clara mayoría.
En ese tablero resalta el papel del PSOE, cada vez más situado en el centro del campo; también por ello, al PSOE le espera una competencia descarnada. Este partido no tiene especiales razones para sentirse satisfecho de la fotografía arrojada por los sondeos, pero estos confirman que la renovación en la cabeza del partido ha detenido el desgaste. Y su secretario general, Pedro Sánchez, se configura como un dirigente con el que hay que contar. Es una recompensa modesta a la renovación iniciada, también modesta, pero premio al fin y al cabo.
Por el contrario, el PP recoge los efectos de no haber efectuado movimiento renovador alguno. Seguramente sus resultados serían mejores de los estimados por el CIS si las elecciones se hubieran celebrado en estos días, porque el sondeo da la impresión de mucho voto oculto: solo el 28% de los preguntados recuerdan haber votado a esta opción en 2011, cuando en realidad le respaldaron el 45% de los electores. Pero es objetivamente mala la continua caída en la intención de voto y la baja valoración de su líder y presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a la cabeza de un Gabinete que no está bien considerado —con la relativa excepción de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría—. Los ciudadanos demandan cambios políticos, y el partido en el poder no emite señales suficientes de haber entendido el mensaje.
Podemos forma parte ya de las opciones principales del sistema político, y eso obliga a saber más de ella. Ya no le basta con mantener el papel de Casandra, sino que tiene que explicarse a fondo sobre quién es y qué quiere hacer.
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