Declive demográfico
En 2015 se producirán por primera vez en España más muertes que nacimientos
El declive demográfico español va a producirse antes y de forma más rápida de lo que se había previsto. Será ya en 2015, y no en 2018 como se creía, cuando se producirán por primera vez en España más muertes que nacimientos, según las previsiones del informe del INE Proyección de población para el periodo de 2014 a 2064.
A partir de entonces, si un cambio brusco en los saldos migratorios no lo remedia, la tasa de reposición será negativa. Es decir, que morirá más gente de la que nacerá y eso llevará a una pérdida de población que el informe estima en un millón de habitantes en los próximos 15 años. Según esta progresión, España tendría 45,8 millones en 2024 y apenas 40,9 en 2064.
Se podría decir que cuanto menos seamos más habrá para repartir. Pero la relación entre economía y demografía no funciona exactamente así. El problema no es que seamos menos, sino que además de ser menos seremos más viejos. Y habrá por tanto menos población en edad de producir y de sostener el Estado de bienestar. Los mayores de 65 años pasarán del actual 18,2% al 24,9% en 2029 y al 38,7% en 2064. Es decir, que 4 de cada 10 habitantes serán jubilados, si es que para entonces se mantiene la edad media de jubilación en 65 años.
La buena noticia es que para entonces las mujeres habrán ganado tres años de esperanza de vida (hasta 88,7) y los hombres cuatro (hasta 84). Y es una buena noticia porque, aunque en términos demográficos aumente la tasa de dependencia, vivir más no significa vivir en peores condiciones. Otra cuestión es que seamos capaces de organizar un modelo económico y social capaz de aprovechar en beneficio de todos esos años de vida ganados.
En cualquier caso el problema no está solo en que vivamos más (la alternativa siempre es peor) sino en la caída de la natalidad y el desequilibrio que de ello se deriva. Con 1,27 hijos por mujer, España tiene una de las tasas de fecundidad más bajas del mundo. Así, es imposible asegurar la reposición. La única forma de lograr el equilibrio sería atraer población joven extranjera, pero eso depende de la fortaleza económica. A este desequilibrio hay que añadir además una distribución territorial desigual, con zonas muy pobladas y amplias regiones con una densidad de población inferior incluso a la de Laponia.
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