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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Draghi advierte

El riesgo de recesión requiere nuevos estímulos monetarios y una política europea de inversión

El mensaje de Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, a los presidentes y primeros ministros de Europa transmite una alarma justificada por la difícil situación de la economía de la zona euro. El diagnóstico está hecho: Europa sufre una fase de estancamiento —para algunos, preludio de una tercera recesión— combinada con una amenaza de deflación que las medidas graduales del BCE (ya ha llegado a la compra de bonos de empresas) no han conseguido conjurar. Si no se hace nada, el empeoramiento, que puede llegar a la crisis social, está asegurado; el primer deber hoy es la acción urgente.

Todo lo que propone el presidente del BCE coincide en lo fundamental con el tratamiento que el consenso económico ha propuesto durante los dos últimos años para la eurozona. Draghi pide un calendario cerrado de reformas, porque está convencido de que las que se han ejecutado hasta ahora o se han quedado cortas, o no han sido tales, sino simples ejercicios de papel mojado. Reclama nuevos estímulos monetarios, lo que bien puede interpretarse como el convencimiento de que es necesario recurrir ya a la compra de deuda. Propone estímulos a la demanda, porque está claro que los monetarios no son suficientes.

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Pero el máximo responsable monetario europeo da otro paso más, que no debería pasar inadvertido: flexibilidad fiscal. Sea o no una respuesta a la rebelión francesa, la posición de Draghi responde al más estricto sentido común. Es decir, aplíquese con firmeza la consolidación fiscal allí donde sea necesaria; pero no es el único criterio de acción económica. La llamada a Alemania para que invierta es una de ellas y ratifica la idea de que en un área económica es un disparate imponer restricciones presupuestarias a todos sus miembros.

Es inevitable interpretar que Draghi está virando poco a poco a posiciones más abiertas hacia las políticas de estímulo y de apoyo a la recuperación. Pesa la experiencia reciente —que los ortodoxos del todo vale contra el déficit no aceptan— de que las políticas de austeridad no han mejorado la situación europea, han elevado el paro (25 millones de parados en la zona) y destruyen las expectativas de recuperación. También es evidente que la alarma de Draghi demuestra su falta de sintonía con Berlín y es un indicio inquietante de la crisis europea; malas tienen que ser las perspectivas económicas a corto plazo para que el presidente del BCE se haya permitido una comparecencia tan dramática.

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