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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Aprovechar la ocasión

España debe utilizar la entrada en el Consejo de Seguridad para reconstruir su política exterior

El que España haya tenido que llegar hasta la tercera votación para confirmar su elección como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU da idea de lo complicado que ha sido acceder a uno de los puestos de mayor resonancia —aunque de escasa influencia— en la política internacional. Un triunfo del que hay que felicitarse, porque permite elevar el perfil exterior de España y le da a nuestro país una cierta capacidad de pronunciarse a partir de enero de 2015 sobre asuntos relevantes de la seguridad mundial de los que en los últimos años permanece bastante ajeno.

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Dicho eso, sobra todo triunfalismo. En primer lugar, es necesario mencionar que no es la primera vez que España lo consigue (es la quinta). Es obligado recordar también que se trata de un puesto rotatorio por bloques de países para el que ayer mismo fueron elegidos otros como Venezuela, Angola y Malasia.

El logro no puede ocultar, además, una realidad preocupante: la progresiva pérdida de peso de España en la escena internacional. La política exterior se caracteriza desde hace años por la pasividad y la indefinición —salvada con retórica— sobre muchas de las grandes cuestiones europeas globales.Esta ausencia de impulso político se nota en el marco europeo, con la disminución de influencia y presencia en Bruselas; también en momentos concretos, como la reciente cumbre de la OTAN en Cardiff, donde España se quedó fuera del grupo de países que tomaban las decisiones de calado. Y se nota en un área teóricamente estratégica en política, economía y cultura como es Latinoamérica, donde predomina la inercia en las relaciones, tanto las bilaterales como las que se dan a través de unas cumbres iberoamericanas reducidas a encuentros prácticamente protocolarios.

Es preciso mencionar en esta oportunidad al titular de Exteriores, José Manuel García-Margallo, en parte responsable de que se mantenga esta indefinición en política exterior mientras él mismo se pronuncia con una contundencia en ocasiones sorprendente —y a veces inapropiada— en términos de política interior.

Asumir un puesto de responsabilidad en el Consejo de Seguridad es, en todo caso, una ocasión para reconstruir la política exterior, definirla con claridad y defenderla con coherencia en un mundo más complejo, multipolar y enfrentado a serios problemas de seguridad. El puesto en el Consejo es temporal; pero esta oportunidad es única y no puede dejarse escapar.

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