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Ganarse la vida en un asentamiento de refugiados sirios

Los desplazados de Zahle trabajan pelando ajos para luego venderlos El salario no cubre ni sus necesidades básicas

Tres niños pelan ajos para venderlos a los restaurantes de la zona
Tres niños pelan ajos para venderlos a los restaurantes de la zonaGonzalo Höhr (ACH)

Amanece un día más en Fayda 15, asentamiento de refugiados sirios en el oeste de Líbano. Son las seis de la mañana y unas 200 mujeres esperan a la entrada, en fila, frente a varios camiones con el motor en marcha. Sus cabezas, cubiertas con pañuelos; algunas protegen sus manos con guantes de goma. Esperan en silencio mientras ven llegar a las rezagadas y reciben instrucciones tajantes de un puñado de hombres.

Recuerdo en ese momento algo que me han contado mis compañeros libaneses. Este asentamiento ha crecido entre las ruinas de una antigua fábrica y sus alrededores, lo que le da un aspecto especialmente tétrico. Pero esta fábrica, que lleva años abandonada, fue también un lugar de tortura en el que murieron libaneses a manos de sirios durante la guerra civil libanesa (1975-1990). Como dijo Eduardo Galeano en una ocasión, “los muertos siempre los pone el pueblo”.

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Probablemente ajenas a esta historia de horror, las mujeres esperan para salir hacia los campos de cultivo. Trabajarán más de 13 horas a cambio de tres euros para sobrevivir en un país con un nivel de vida similar a España. Van subiendo a la parte trasera de los camiones y, cuando parece que ya no cabrán más, los hombres les hacen apretarse para que puedan subir los adolescentes varones, que irán más aireados en la parte del final del vehículo. Así, apiñadas y en silencio, parten hacia los campos.

El silencio que impera en el asentamiento se empieza a romper por el sonido de una estera al ser sacudida, el rasguido de una escoba de paja que se empeña en la casi imposible tarea de mantener la tierra y el polvo a raya, fuera de las tiendas y de la zona frente a ellas. Para las mujeres que no han salido al campo, se inician las tareas domésticas diarias, con la ayuda de sus hijas e hijos más pequeños.

Más de 100 familias de refugiados sirios viven en este asentamiento en Zahle.
Más de 100 familias de refugiados sirios viven en este asentamiento en Zahle.Nuria Berro (ACH)

Los refugiados que trabajan en el asentamiento lo hacen pelando ajos que luego venderán limpios a los restaurantes cercanos. Algunos hombres, pero sobre todo mujeres, niños y niñas colaboran en la tarea. No es raro ver cortes, a menudo infectados, en las manos de los más pequeños. Unas manos que, al igual que las de sus madres, empiezan a oscurecerse e hincharse por efecto del contacto continuado con los ajos y el agua.

Si con el trabajo en los campos una refugiada obtiene sólo tres euros, el manipulado de los ajos tiene un rendimiento aún menor. Se pagan dos euros y medio por 10 kilos de ajos limpios, el producto de dos días de trabajo.

Vayamos ahora con los gastos. Cada familia debe pagar una media de 100 euros al mes por el alquiler del espacio que ocupa una tienda, en cuya construcción habrán invertido como mínimo una cantidad similar para comprar la madera de la estructura. Comida y agua pueden sumar más de 600 euros al mes en función del número de miembros en la familia. Y a lo anterior se añade el coste fijo de 200 euros por persona cada seis meses para renovar el permiso de estancia en Líbano.

Un niño enseña sus libros del colegio.
Un niño enseña sus libros del colegio.Gonzalo Höhr (ACH)

Obviamente, ni los salarios del campo, ni los del manipulado de ajos cubren estas necesidades. Los trabajos esporádicos en la construcción en el caso de los hombres y la recogida y venta de latas vacías en el caso de las mujeres y los niños pueden añadir ingresos adicionales, pero tampoco es suficiente. Incluso con la ayuda combinada de varias ONG y programas de Naciones Unidas, las familias se ven incapaces de hacer frente a los gastos mínimos necesarios, lo que además no deja nada para imprevistos como gastos médicos. Así, la única manera de hacer frente a sus gastos consiste en endeudarse. Varios habitantes de distintos asentamientos con los que comento este tema me hablan de deudas ya superiores a los 1.000 euros.

Tras casi cuatro años desde que estalló el conflicto en Siria, sus mecanismos de respuesta empiezan a agotarse. Los sirios y sirias en territorio libanés carecen del estatuto oficial de refugiados, lo que les lleva a vivir en este tipo de asentamientos informales y carecer de las protecciones y garantías a las que accederían bajo este estatus.

Líbano, principal país de acogida, alberga a cerca de 1,5 millones de desplazados que suponen una gran presión para un país de menos de cinco millones de habitantes y una extensión igual a la de Navarra. El mercado de trabajo es incapaz de asumir toda la mano de obra, lo que afecta a los salarios a la baja y deja fuera de él también a los libaneses en situación más vulnerable. Los servicios sanitarios, educativos y otros también están desbordados.

A pesar de los llamamientos a la comunidad internacional, los fondos comprometidos por los donantes no cubren ni la mitad de los 6.400 millones de euros que Naciones Unidas estima necesarios para atender en 2014 a los más de 13 millones de sirios afectados por la guerra. Una población, los desplazados dentro de Siria y los refugiados en países vecinos, que cada día se ve empujada un poco más allá del límite de su resistencia.

Nuria Berro, técnica de comunicación de Acción contra el Hambre, ha visitado los asentamientos sirios en el oeste de Líbano. Junto al cineasta David Muñoz, ganador de un Goya, la organización prepara un proyecto cinematográfico para visibilizar la dura realidad de los refugiados sirios. Este cortometraje de ficción, protagonizado por la propia comunidad del asentamiento y cofinanciado por la Cooperación Española, formará parte de la programación oficial del Festival de Málaga en 2015.

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