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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lujos tecnológicos

Apple ha conseguido convertirse en una marca de moda

SOLEDAD CALÉS

Llega el otoño y con él la pasarela de la moda tecnológica que marca Apple. Hace una semana realizó su espectacular desfile con las tendencias que vienen y los ¡uh! y los ¡guau! de sus tifosi. Pero con Apple pasa lo mismo que con la pasarela de París, que también hay otros desfiles y otras exhibiciones que cada vez le quitan algo de foco. No tienen la exclusiva, aunque sigan siendo bastante exclusivos. En cada pasarela —no olvidarse de la de temporada de verano— Apple nos anuncia lo nunca visto, pero hace tiempo que otras pasarelas nos enseñan lo mismo y, últimamente, antes. Apple era una compañía que vendía productos que nadie tenía (los Mac de colores, el iPod, el iPhone, el iPad...); luego pasó a ser una compañía que fabricaba lo mismo que la competencia, pero mejor (y más bonito); y de unos años atrás (sería injusto decir que desde la muerte de su genio Steve Jobs), Apple es una máquina de hacer dinero empaquetando mejor que nadie similar tecnología, al doble o al triple del precio de la competencia. Lo último que levantó los ¡guaus! de sus fans han sido un iPhone de 5,5 pulgadas y un reloj inteligente. Ambos productos hace años que los tienen muchas compañías tecnológicas y a unos precios inferiores. Es decir, que va por detrás; pero Apple está más allá de esos detalles. Juega en otra liguilla.

Apple se ha convertido en una marca de lujo, como las que existen en el mundo de la moda. Solo estas tienen márgenes de beneficios similares a los de Apple, que gana un 40% por cada iPhone que compra uno de sus fans. A este público le da igual que un bolso de igual calidad valga diez veces menos; quiere el logo y, con él, sentirse diferente. No es fácil, ni mucho menos, alcanzar ese estatus en el caprichoso y veleidoso consumidor.

Muchos aspiran, pocos lo consiguen y menos aún se mantienen durante décadas. Apple lo ha conseguido y lo preserva con una habilidad digna de elogio y de estudio en las escuelas de negocios. No es casualidad que sus últimos rutilantes fichajes no sean grandes ingenieros, sino directivos de Burberry o de Yves Saint Laurent. A Apple ya no se la puede analizar como empresa tecnológica, sino como marca del lujo tecnológico.

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