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Tribuna
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Juncker revoluciona Europa

El cambio de prioridades favorece la unión monetaria y la energía

Ana Palacio

Jean-Claude Juncker, incluso antes de ser nombrado presidente de la Comisión Europea, fue vilipendiado, acusado de no ser sino un federalista de la vieja escuela que poco haría por modificar el statu quo.La nueva estructura de la Comisión perfilada bajo su batuta supone sin embargo una revisión radical de cómo funciona Bruselas.

Hasta ahora, un planteamiento centrado en quién ha sido nombrado para tal o cual puesto, en particular el nombramiento de Federica Mogherini como Alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, la cartera obtenida por Reino Unido y, en el caso de España, la excelente noticia de la atribución de la cartera de Acción por el Clima y Política Energética para Arias Cañete, han eclipsado la transformación estructural de la Comisión. Sin embargo, la identidad de los comisarios per se resulta mucho menos importante que las tendencias que han llevado a la Comisión a cambiar sus prioridades, favoreciendo la energía y la unión monetaria sobre la ampliación y el mercado interior.

Una de las fuentes de esta evolución se encuentra en el creciente escepticismo de los europeos hacia la integración, puesta de manifiesto en las elecciones de mayo al Parlamento europeo. Ante el retroceso en la convergencia de algunos de los nuevos miembros de la Unión Europea —Rumania con respecto al Estado de derecho, Bulgaria a la corrupción y Hungría a las normas democráticas bajo el Gobierno de Viktor Orbán— parece haber llegado el momento de centrar la atención en los actuales miembros.

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Esta tendencia se ve reforzada por la deriva de Turquía hacia el autoritarismo, que socava la viabilidad de su candidatura de adhesión a la UE. En cuanto a Ucrania, no parece probable que ni las recientes señas de solidaridad ni la firma del acuerdo de asociación se conviertan en pasos sustantivos hacia la membrecía en un futuro próximo.

La ampliación de la UE y el mercado interior pierden importancia con la nueva estructura 

Al desdibujar la ampliación de la UE como prioridad formal de su política, la Comisión está sentando las bases de la adopción de otras medidas clave. La inestabilidad presente tanto entre los vecinos del sur como del este de Europa debería inspirar una reforma pendiente desde hace tiempo de la política de vecindad de la UE. Y, en la búsqueda de vías alternativas para proyectar la influencia de la UE, los líderes podrían, asimismo, dar un nuevo impulso al Espacio Económico Europeo.

El gran área que ha perdido su centralidad es el mercado interior —una decisión trascendental, ya que ha sido la clave de bóveda del proyecto europeo desde que la Comisión fue creada en 1958—. Los cuatro pilares del mercado interior —la libre circulación de bienes, servicios, capital y personas— han secundado en el pasado áreas como la política exterior, y de justicia y asuntos de interior. Aquellas políticas se ven ahora subsumidas bajo nuevas etiquetas, desde economía y asuntos financieros a agenda digital, con un mutilado núcleo vinculado a industria, empresa y pymes.

Esta desviación del mercado interior puede explicarse en parte por la renuencia de los Gobiernos frente a nueva legislación proveniente de Bruselas. Aunque las críticas contra un acervo comunitario abotargado son a menudo infundadas, el proceso legislativo de la UE no está exento de defectos, tal y como demuestran claramente los recientes ejemplos de armonización.

Así, en relación con el régimen legal de la auditoría en la UE que culminó en abril, el Parlamento europeo aprobó, además de una directiva revisada, un nuevo reglamento que debería ser en tanto que tal directamente aplicable en los 28 Estados miembros. No obstante, en más de 20 artículos, el texto deja a la decisión de los Estados miembros la posibilidad de decidir sobre su aplicación e interpretación.

La Comisión intentará cambiar esta tendencia, centrándose en la transposición y control de normas, en lugar de en la creación de las mismas. Este esfuerzo vendrá coordinado por las siete vicepresidencias dispuestas por Juncker, y liderado por la especialmente construida en torno a la “calidad de la legislación”, elevada a primera vicepresidencia.

Una menor actividad legislativa alterará el papel de la Eurocámara

En otro orden de ideas, las cargas regulatorias es un leitmotiv constante de la UE. Y, aunque las dos últimas comisiones encabezadas por José Manuel Durão Barroso se comprometieron a racionalizar, aclarar y compilar normas, el avance en este sentido ha resultado escaso.

Asimismo, los cambios introducidos por Juncker podrían augurar un verdadero progreso en lo que respecta a la unión monetaria y la unión europea de la energía. La estructura de la nueva Comisión sugiere así que Juncker espera robustecer su papel a la cabeza de la unión monetaria así como en las políticas relacionadas, liderazgo que durante la crisis y hasta la fecha ha sido ejercido por el Consejo Europeo y los Gobiernos de la UE (especialmente Alemania).<QF>

Del mismo modo, se crea una nueva vicepresidencia en el área de energía —significativamente denominada “unión”—. Los escasos progresos en este área a lo largo de las últimas Comisiones se debieron principalmente al proyecto alemán de modernización de Rusia y su corolario respecto de la seguridad energética. A ello también ha contribuido Francia y su renuencia a construir una red eléctrica europea interconectada, debido a su fuerte dependencia de la energía nuclear.

Sin embargo, el comportamiento de Rusia en Ucrania ha hecho que los líderes de la UE se replanteen su política energética. Así, la nueva estructura de la Comisión anunciaría un decidido impulso en este área. Por no mencionar el hecho de que el nuevo presidente del Consejo Europeo, el ex primer ministro polaco Donald Tusk, ha liderado desde hace tiempo este movimiento.

Aunque a día de hoy resulte imposible aprehender plenamente las implicaciones de la nueva estructura de la Comisión, emergen ya algunas de sus ramificaciones institucionales. Más allá del tira y afloja que se vislumbra con el Consejo Europeo, una Comisión menos favorable a la actividad legislativa frenética alterará el papel del Parlamento europeo. Y es que, durante los últimos cinco años, este último ha reflejado la prolífica agenda reguladora del Colegio de Comisarios. Privado en la práctica de iniciativa legislativa, el Parlamento deberá orientarse a la supervisión.

El progreso o estancamiento del proyecto europeo dependerá precisamente de cómo se desarrollen estas transformaciones en los próximos meses y años. Quizás los observadores deberían centrarse menos en el “quién” y más en el “qué”.

Ana Palacio, exministra de Asuntos Exteriores de España y exvicepresidenta primera del Banco Mundial, es miembro del Consejo de Estado de España.

© Project Syndicate, 2014

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