Tierra y conflicto en la RD del Congo
Tercera entrega de la serie sobre la República Democrática del Congo, porAlex Prats(@alexpratstweets).
Campo de Kibabi. Foto: M. Michael.
Las colinas que forman el territorio de Masisi, en la provincia de Nord Kivu, me recuerdan a Suiza. De hecho, las vacas aquí no son como las que solía encontrar por el Sahel, sino que son blancas y negras, como muchas de las vacas que pastan en las montañas alpinas. Pero aquí no hay carreteras impecablemente asfaltadas, sino caminos prácticamente intransitables; tampoco hay pintorescos pueblos de montaña, sino campos de desplazados donde viven hacinadas miles de personas que han huido de la violencia. Mientras voy dando botes contra el techo del vehículo, las imágenes de uno y otro lugar se superponen de forma caótica en mi cabeza.
Suiza, Nord Kivu. El Estado, pienso. Dónde está aquí el Estado. A partir de ese momento, y durante el resto del viaje, pregunto a diversas personas acerca de la relación entre la población y la autoridades, tanto tradicionales como estatales, especialmente en lo referente al triángulo comunidad-conflicto-Estado.
De las primeras charlas emergen unas cuantas conclusiones: el Estado tiene poca presencia en el este de la RDC; el estado, aún cuando está presente, tiene pocas capacidades para cumplir con su cometido; y las relaciones entre comunidades y autoridades son complicadas y confusas, en parte porque el Estado tiene poca legitimidad ante los ojos de la población tras dos décadas de conflicto, en parte porque el modo en que las estructuras tradicionales conviven con las estatales parece ser un completo enredo. Ante cualquier problema, los ciudadanos recurren al mismo tiempo a la policía, a los militares del ejército, al mwemi (jefe tradicional), a la autoridad local.., con la esperanza de que al menos alguno de ellos pueda resultar de utilidad.
Quizás ninguna de estas observaciones pueda considerarse una gran sorpresa. Del mismo modo, decir que el gobierno de la tierra (las leyes y normas, los usos y prácticas) es una cuestión primordial en cualquier país de África puede ser también una obviedad. Sin embargo, las conversaciones que he ido teniendo apuntan dos ideas fundamentales.
La primera: es imposible comprender bien las dinámicas e implicaciones del conflicto en el este de la RDC si se obvian las cuestiones de tierra. O si miramos el otro lado de la moneda: que difícilmente habrá paz en el este de la RDC si no se logra un mejor gobierno de la tierra. En el este de la RDC, las tensiones entorno a la tierra no solo explican determinadas dinámicas de conflicto entre diferentes etnias locales, o entre agricultores y pastores, sino que son imprescindibles para comprender algunas de las implicaciones de las sucesivas llegadas de hutus y tutsis desde los países vecinos, las ambiciones de los grupos armados que operan más o menos a sus anchas en el territorio, o las dinámicas de los procesos tanto de desplazamiento de la población ante la violencia como de retorno. Ante un conflicto de tal complejidad como el de la región de los Grandes Lagos - un puzle de muchas piezas - el riesgo de pasar por alto la influencia de cuestiones relacionadas con la tierra es real, mucho más allá de las ambiciones por acceder a los recursos naturales que esconden.
La segunda: repensar el rol que las instituciones públicas pueden desempeñar en la RDC en torno a la definición e implementación de políticas, normas y prácticas que rigen el uso de la tierra puede ser una estrategia efectiva, en las condiciones actuales, para reconstruir la relación entre las comunidades y las autoridades, aumentar la legitimidad de estas última y, en definitiva, (re)construir el Estado en la RDC a nivel nacional y local.
El chófer detiene el vehículo. Ante nosotros se abre un agujero de tal profundidad que el coche se quedaría sin lugar a dudas atrapado. En unos pocos minutos encontramos unos troncos con los que improvisar un puente. Los atamos con cuerdas. Tres troncos a la derecha, tres a la izquierda. Andrea, desde delante, da indicaciones al chófer para asegurar que las ruedas pasan por los troncos. El invento funciona.
Nord Kivu, Suiza. Quizás debería comprometerme a no quejarme nunca más del Estado en mi país, pero la propuesta no me convence, así que la descarto. Sin exigencia por parte de la ciudadanía, no puede haber avance alguno. En esto, no hay ninguna diferencia.
Postdata: cuando regreso a Goma y debato sobre cuestiones de tierra con mis compañeras y compañeros, descubro que, como siempre, llego con mucho retraso. Un trabajo reciente de la IS Academy, ‘Land governance for local state building in eastern DRC’ aborda precisamente todas estas cuestiones.
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