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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Parole, parole, parole

La política deviene en una guerra de palabras “enmarcadas” más que en un enfrentamiento de ideas

Fernando Vallespín

La política en España cambió de signo cuando empezó a renombrarse la realidad. Los pioneros fueron los grupos del 15-M, con sus magníficas consignas de “no nos representan”, “lo llaman democracia y no lo es”, “PPSOE”, etc. Aparecieron otras expresiones como la de “élites extractivas”, “ciudadanos contra élites”, “casta”, “derecho a decidir”... Casi sin darnos cuenta el lenguaje de la autoridad se revirtió para dar paso a un hábil ejercicio dialéctico de desnudamiento del poder en todas sus formas. No es nada nuevo, aunque ahora lo llamen frames o enmarques, que queda más fino. El más potente de ellos puede que fuera aquel de Marx de “las relaciones de producción son relaciones de explotación”, que tuviera tanto impacto.

Ya sabemos de sobra que nuestro acceso a la realidad se produce siempre mediante palabras, así que su manejo es crucial para que podamos ver en ella unas cosas u otras. De ahí que en una sociedad tan mercantilizada como la nuestra predominen los relatos y las definiciones de cuanto acontece a través de lemas o eslóganes similares a los de la publicidad. Acceder o mantenerse en el poder exige, por tanto, que la descripción de lo existente pueda hacerse concordar con lo que a cada cual interese transmitir en cada momento. Eso lo van aprendiendo todos, hasta Rajoy, que vende su elección de alcaldes al partido más votado como parte de un plan de “regeneración democrática”.

A quien le sale de forma casi natural es a Esperanza Aguirre, autora de algunas perlas estupendas, como cuando, al referirse al mismo tema, dijo que la propuesta del Gobierno era mejor que “una coalición de perdedores”. O cuando afirmó que los candidatos del PSOE eran “muy guapos”. El mismo Pedro Sánchez no se queda atrás al subvertir el sentido de la palabra de moda para pasar a hablar del PSOE como un partido “de casta”.

El hecho es que el mundo de lo político se va recubriendo de una espesa red expresiva, mezcla de relatos y consignas construidas. Los expertos en marketing y comunicación política están jubilando a los teóricos políticos, que prefieren construir “discursos”. La política deviene así de forma creciente en una guerra de palabras “enmarcadas” más que en un enfrentamiento de ideas. Se piensa para ganar en la batalla de las definiciones del mundo, y eso evita tener que convencer mediante argumentos. No es de extrañar que la sede de este nuevo enfrentamiento encuentre un mejor acomodo en las declaraciones intempestivas y en las tertulias más frívolas antes que en los sesudos artículos de opinión.

Como decía el viejo Hobbes, el lenguaje es similar a una tela de araña: “Los ingenios blandos y fastidiosos se pegan y quedan atrapados en las palabras, pero los fuertes la rompen”. Así que, atentos, no nos dejemos enredar.

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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