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El otro Felipe en la vida de Letizia

No concede entrevistas. Vive casi todo el tiempo en París, aunque su taller está en Madrid

El diseñador Felipe Varela, tras su desfile de la temporada Otoño-Invierno 2001-2002.
El diseñador Felipe Varela, tras su desfile de la temporada Otoño-Invierno 2001-2002.ESTROP-BARCELONA

"Somos una empresa joven que aún se está haciendo. Mi clienta es la que me hace evolucionar”, contaba Felipe Varela a la revista Vogue en una de las pocas entrevistas que ha dado a lo largo de su carrera. Era 2002 y acababa de presentar sus propuestas en la Pasarela Cibeles. Una colección en la que se mezclaban los trajes sastre y los tejidos tecnológicos, el encaje y los colores metalizados.

Ese mismo año dejó la pasarela madrileña por desavenencias con la organización. No había logrado entrar en la Asociación de Creadores de Moda de España (ACME), siempre le daban malos horarios para desfilar y solía tener que compartir sus desfiles con otro diseñador. Así que decidió centrarse en su tienda-taller de la madrileña calle de Ortega y Gasset, en plena Milla de Oro, y hacer de su escaparate el mejor reclamo para su marca.

Quizá fuera aquella vitrina lo que llamó la atención de la infanta Elena. En aquel momento vivía con Jaime de Marichalar justo encima del centro de operaciones de Varela. La hija mayor de don Juan Carlos y doña Sofía empezó a vestirse con las creaciones del modisto madrileño, y justo un año después de haber abandonado el circuito de la moda nacional le confeccionó aquel traje de chaqueta gris que marcaría para siempre su futuro.

El 1 de noviembre de 2003, la infanta Elena acudió con él a la pedida de mano de los hoy Reyes de España. La reina Sofía le había aconsejado a Letizia buscarse un diseñador de cabecera, alguien capaz de adaptarse a su estilo y ayudarle a construirse una imagen coherente. Al ver el traje de su cuñada, Letizia no se lo pensó y quiso contactar con su creador.

Tal vez la discreción de Varela le ayudara a decidirse del todo. Apenas aparecía en los medios, su lista de clientas fieles nunca había trascendido y ya ni siquiera presentaba públicamente sus colecciones. Se dedicaba enteramente a sacar adelante su empresa familiar (sus ocho hermanos trabajan en ella) diseñando y confeccionando vestidos por encargo. Cuentan que se entendieron al instante. Y aunque Letizia se decantó por Pertegaz el día de su boda, su madre y sus hermanas, Telma y Erika, vistieron de Varela. La unión ya estaba empezando a dar frutos.

En su primera aparición como Princesa en los Premios Príncipe de Asturias de 2004 lució un sobrio traje de chaqueta color champán del modisto. Desde entonces, ha sido siempre el encargado de vestirla en la ceremonia y también en casi todos los actos oficiales. Incluso Varela viajó a Londres para que al vestido que llevó en la boda de Kate Middleton y Guillermo de Inglaterra no le faltara el más mínimo retoque.

La actual Reina se fijó en el modista por un traje gris que hizo para su cuñada, la infanta Elena

El diseñador suele acudir al palacio de la Zarzuela y ella se deja caer por su taller, como hizo horas antes de la proclamación de su marido. Aunque hubo predicciones dispares acerca del estilo que Letizia escogería en su primer acto como Reina (muchos creyeron que luciría un traje largo y rojo), nadie dudó de que iría firmado por Felipe Varela. En estos diez años, al diseñador no le han hecho falta campañas de ningún tipo. Su página web es austera, no ha realizado ninguna publicidad ni ha necesitado a ninguna otra prescriptora para ampliar su fama. Si antes era discreto, ahora es prácticamente invisible. Sus hermanos Ruth y Jacob son la cara visible de la firma y los responsables de informar a las clientas de las novedades. A Felipe es imposible verle en su taller.

Cuando se casó en 2010 con el galerista cubano Joel Norberto López, lo hizo en un pequeño pueblo de Salamanca, vestido con ropa casual y sin la presencia de su familia. Una fotografía sacada a hurtadillas a la salida del ayuntamiento es el único testimonio que da cuenta del enlace. Poco después se le vio con Letizia y su entonces marido (la relación se terminó dos años más tarde) cenando en un restaurante cubano de Madrid. Ha sido una de las pocas apariciones del modisto que se recuerdan y estaba acompañado, precisamente, por su mejor clienta.

Hoy, quizá por salvaguardar su anonimato, pasa largas temporadas en París, la ciudad en la que se formó como diseñador y en la que inició su carrera trabajando para Lanvin, Kenzo y Thierry Mugler. De este último diseñador es, sin duda, del que más aprendió. Las féminas imponentes e increíblemente sensuales de Mugler marcaron los primeros años del modisto. Pero poco queda ya de esas chaquetas armadas y esos materiales artificiales que Varela utilizaba en sus inicios.

Se podría decir que Felipe Varela ha encontrado su identidad como diseñador vistiendo a Letizia. Cuando presentaba aquellas creaciones en Cibeles, su marca solo tenía cinco años de vida; los otros diez los ha pasado discutiendo cuestiones de estilo con la actual Reina, asesorándola y dejándose asesorar por ella. Juntos han sabido crear esa imagen que destila tanta sofisticación como sobriedad y que le ha merecido a Letizia el título de icono de la moda en la prensa internacional.

Sus creaciones ya no recuerdan tanto a las glamurosas amazonas que gobernaban el París de los últimos ochenta. Ha relajado el corte de las chaquetas, ha cambiado el nailon por la seda y ha dado un giro más clásico a su gama cromática. Tal vez la ropa de Felipe Varela ya no hable a gritos del poder femenino. Tampoco le hace falta. Al fin y al cabo, ahora llena el armario de la mujer más poderosa de España.

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