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"Lo único que me asustaba de rodar desnuda era pasar frío"

Íngrid García-Jonsson, protagonista de 'Hermosa juventud', es la cara de referencia en el cine español y va camino de ser la Adèle Exarchopoulos patria

Ingrid García-Jonsson en Cannes
Ingrid García-Jonsson en CannesVittorio Zunino Celotto

Si había necesidad de una cara en la que reflejar con dignidad el drama del paro juvenil, lejos de la humillación pedigüeña de Toñi Moreno o de los idearios jibarizados de grandes hermanos y mujeres  y viceversas, esa necesidad por fin se ha cumplido. Se llama Íngrid García Jonsson, y en Hermosa juventud, la nueva película de la Jaime Rosales, no es que robe planos, es que se queda con la película de principio a fin. Un prodigio que la tiene encaminada a convertirse en la Adèle Exarchopoulos española.

He trabajado en todas las facetas del cine: ayudante de producción, actriz… me falta tiempo para echar una mano. Así que Jaime [Rosales] prohibió que el equipo me hablara"

Aunque ella, humilde, lo niega: “El mérito es más de Jaime por haberme dirigido así. Como no leo las críticas, no sabría decirte. Ya las lee mi familia y me las cuenta”. Íngrid (García por parte de Sevilla, Jonsson por parte de su nacimiento en Skelleftea, un pueblo sueco con nombre de bacilococo) es risueña y dicharachera. Nada que ver con su Natalia en Hermosa juventud, quintaesencia de la desesperación generacional, y a la que, frente a la falta de salidas, no le queda otra que probar suerte en el porno casero, en la que la inicia todo un maestro del género: ni más ni menos que Torbe. “Sí, rodar con Torbe y con Jaime Rosales en una sola película es como para volver loca a cualquiera (risas). Sabía quién era Torbe, claro. Estaba todo muy hablado. Él es un tipo muy normal y muy amable. Lo único que me tenía acojonada era pasar frío”. Sus desnudos en el filme (tiene dos), han enloquecido a los erotómanos patrios, aunque ella no parece darle importancia: “Cuando una cosa tiene sentido no veo por qué no hay que hacerla. Eso de desnudarse en el cine está un poco pasado de moda. Hoy vemos a personas desnudas constantemente en todas partes”.

Vittorio Zunino Celotto

Íngrid y Natalia comparten cosas, pero no todo. “Vivo con 400 euros al mes, pero he estudiado y llevo trabajando desde los 16 años. Así que, conociendo lo que le gusta a Jaime que sus actrices se parezcan lo más posible a sus personajes, intenté colársela… Digamos que omití las partes que tenían que ver menos con Natalia”. Entre ellas, su Little Secret Film (ese proyecto colectivo de cine low cost) junto a Manuel Bartual, titulada Todos tus secretos, pero, sobre todo, Aliados, serie adolescente de la cadena argentina Telefé, que a los españoles no les dirá nada, pero que lleva camino de convertirse en un fenómeno tipo Rebelde way en Latinoamérica. “Allí es el producto del año. Me llamó mi representante. La grabé un poco a desgana y a las dos semanas estaban rodando en Buenos Aires”.

Rosales se cobró con creces la mentirijilla, haciéndola sufrir durante el rodaje con una crueldad inusitada. “Tengo que estar muy concentrada en el rodaje porque soy muy despistada. Además he trabajado en todas las facetas del cine: ayudante de producción, actriz… me falta tiempo para echar una mano. Así que Jaime prohibió que el equipo me hablara. Además me dio un montón de libros depresivos y coñazos para leer como Bajo el signo de Marte”. Ni una queja: asegura que valió la pena: “Es una manera muy rápida de conseguir las cosas. Cuando solo cuentas con cinco semanas de rodaje necesitas medidas extremas para situaciones extremas. No creo que sea necesario sufrir para ser actriz, pero en este caso creo que sí que ha ayudado”.

Vivo con 400 euros al mes, pero he estudiado y llevo trabajando desde los 16 años

Íngrid acaba de volver de Cannes, donde se presentó el filme (“como no me lo esperaba, todavía no soy consciente de lo que representa estar allí”). Carmen March (Pedro del Hierro) diseñaron su vestuario, y ella triunfó, claro.

Hoy por hoy, nadie en su sano juicio considera que no vaya a ganar el Goya a la Mejor Actriz Revelación en su próxima edición. Queda mucho cine que ver, pero el trabajo de Íngrid, se mire por donde se mire, es antológico. Ella se lo toma a chanza: “¿Tú crees que eso de verdad va a ocurrir? Ojalá. Mis amigas se volverían locas. Me presentaría con una horda de 30 casi adolescentes locas por ver a Mario Casas y Hugo Silva”. Sería justo para Íngrid, para Natalia, y para toda esa generación a la que representan y que, a día de hoy, más que vivir sobreviven: “Como ellas, mi economía también es el día a día”.

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