_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La ola

En la Facultad de Políticas de la Complutense existe una larga tradición de izquierdas, vigente desde la lucha democrática antifranquista

Antonio Elorza

En 2008 Dennis Gansel llevó a la pantalla con La ola un hecho real. Un profesor ególatra y autoritario plantea un experimento con sus alumnos para mostrar en el ámbito de una clase como surge “la autocracia”. Desbordado por la dinámica de agresividad y violencia asumida por los estudiantes, percibe tarde la inminencia del final trágico, al convertirse el movimiento en la plataforma para una dictadura.

Los ingredientes que dan forma a una mentalidad totalitaria son cuidadosamente individualizados en La ola: a) una ideología simple y maniquea que permite la designación del otro como enemigo; b) la formación de un grupo altamente cohesionado, en torno a unos signos identitarios; c) la existencia de un líder carismático, que fija los objetivos de la acción y detenta los mecanismos de control y vigilancia; d) la pretensión de ser reconocidos como únicos representantes legítimos de su colectivo, y e) el recurso a la violencia —física, verbal— para eliminar a opositores y disidentes.

El fondo de música rapera nos lleva desde La ola a ocuparnos de Contrapoder. En la Facultad de Políticas de la Complutense existe una larga tradición de izquierdas, vigente desde la lucha democrática antifranquista, con lógicos altibajos. Será en 2008 cuando los grupos de estudiantes izquierdistas cobren mayor cohesión y, como en La ola, por presencia activa de docentes. La influencia doctrinal de Juan Carlos Monedero, ya asesor de Chávez e impulsor del llamado “socialismo del siglo XXI”, es muy probable a la luz de desarrollos posteriores y de su propia teorización del “contrapoder”. Diciembre 2008: primer boicot, a una conferencia de Josep Piqué, con unos estudiantes disfrazados de presos de Guantánamo. Empezaban el espectáculo y el uso de signos identitarios para forjar la cohesión grupal. Antes, en febrero, fracasó un intento de boicot a gritos de una conferencia de Rosa Díez; irritados, a quien defendió la libertad de expresión, le condenaron en la Red, deformando imágenes e información, a ser novio político eterno de Rosa. No faltó a la cita Pablo Iglesias, desde Rebelión, con una delirante defensa de los reventadores (frustrados) de la conferencia. Sería el de estos (con sus golpes y patadas), y de quienes un año atrás exigieron la liberación de De Juana Chaos, nada menos que el gesto de Antígona. De paso, el radicalismo descubre que su violencia no tiene coste alguno, por la permisividad de instancias supra-facultativas. Como en la Italia de 1920, el ascenso del totalitarismo fue resistible.

Monedero e Iglesias visten de mil maneras el “pobres contra ricos”

Una segunda visita de la pertinaz Rosa en 2010, ya con nueva autoridad académica, indica la madurez alcanzada por Contrapoder. Los lectores pueden comprobarlo en YouTube (Rosa Díez visita la Facultad de Políticas). Amen del canto del Eusko gudariak a un político amenazado de muerte, el esperpento tiene dos momentos culminantes: a) la defensa por el decano de la libertad de expresión para que Rosa hable, preguntándoselo a los contestatarios, quienes naturalmente le gritan que no y él les deja la palabra, y b) cuando Iglesias (o su sosias) se dirige a una estudiante en primera fila y esta inicia de inmediato la contestación. Prueba de que los cinco puntos de La ola se cumplen. Hacia arriba, do ut des, consentimiento por votos.

Gracias, además, a la relación de Monedero con Chávez, la institución se convierte en plataforma para la izquierda chavista del Cono Sur, que llega al extremo de apoyar a Contrapoder ante las recientes elecciones de estudiantes con un anuncio de conferencia el mismo día del vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, presentado por Monedero: lección de democracia latinoamericana a Europa. Balance: demócratas españoles, fuera; bienvenida en cambio la izquierda abertzale y autorizada Corea del Norte.

Fue como una matroshka construida desde dentro, con un grupo dirigente, el trío Monedero-Iglesias-Errejón, en torno a cuya guía se articuló la asociación; la cual a su vez siempre se presenta como encarnación de todo el colectivo de “los estudiantes”. En la fórmula de “socialismo del siglo XXI” de Monedero, frente a los autoritarismos liberales y socialistas, se alza un concepto: “contrapoder”. Eso sí, al ser críptica la estructura, sus miembros descalifican todo análisis desde fuera. Ejemplo: aun declarándose fieles al “inmortal Chávez”, rechazan la calificación de “chavismo”.

Aun declarándose fieles al “inmortal Chávez”, rechazan la calificación de “chavismo”.

Una plataforma universitaria resultaba útil, para Chávez o su sucesor, para Correa y Evo Morales, pero no basta para un proyecto político alternativo. De Contrapoder pasamos a Podemos. Y si bien la elaboración doctrinal de Monedero e Iglesias, por debajo de la verborrea, es bien escasa y se limita a vestir de mil maneras el “pobres contra ricos”, la lucha entre la igualdad y el capitalismo, con sus asistentes políticos (“la casta”, copia de Grillo), el proyecto despliega su modernidad al percibir el papel fundamental de la comunicación. Además, el maniqueísmo ideológico tenía poca clientela con España adormecida por el ladrillo, pero sirve para responder al malestar generalizado cuando arrecia la crisis y tras el fogonazo de indignados.

Para atraer votos, hará falta diluir la propia mentalidad chavista, según hace el interminable programa electoral de Podemos, dando prioridad a necesidades bien reales (desahucios, pensiones, corrupción). Ahí cabe todo, sin estimación de costes; por eso es justa la calificación de populismo. Lejos de la lengua de palo de IU, resulta preciso multiplicar anzuelos, “convertir el descontento social en una tendencia electoral”.

Fue capital el uso intensivo de la televisión y de las redes sociales, aquí en la estela del éxito de Beppe Grillo en Italia. Así, mientras Pablo Iglesias ve recompensada con el protagonismo en las grandes cadenas, su perseverante labor en una televisión de barrio (con La Tuerka) y en la iraní HispanTV (¿?), Íñigo Errejón, en plan Casaleggio, le asegura una eficiente red de propaganda para la campaña electoral. En Twitter y Facebook, Podemos barre a PP y PSOE

El proyecto de Podemos no es como el de Alexis Tsipras, revolucionario, de cambio radical en la Europa realmente existente, sino antisistémico. Al otro lado de la ruptura total con el régimen representativo, esclavo de “los mercados”, de esa siniestra transición de 1977 que borró la memoria histórica y sancionó el dominio de los poderosos, estará “el pueblo”, reunido en sus asambleas para formar un nuevo poder constituyente (otra vez Chávez), léase minorías activas controladas desde Internet por el Líder (como Grillo). ¿Democracia? Para Iglesias carece de sentido si es la que conocemos, como “procedimiento” y entonces es democracia usar violencia contra ella para derribarla; no obstante como procedimiento se recupera si sirve para descalificar a sus adversarios —siempre “antidemócratas”— o si puntualmente erosiona el sistema (referéndum). Todo vale para acabar con “la casta”, con una “Constitución caduca”. Claro que como ocurriera con Chávez, no fue él quien montó el caos que le hizo posible.

Antonio Elorza es catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_