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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El Mundial de la contestación

Además del desarrollo futbolístico del campeonato, hay que prestar atención a cuánto durarán las protestas sociales

SOLEDAD CALÉS

Todos los mundiales de Fútbol son, por definición, irrepetibles. Unas veces los distingue la metafísica futbolística (por ejemplo, la coronación del fútbol de talento genuino en el de México 1970 o la aparición del llamado fútbol total en el de Alemania 1974); otras, el ominoso entorno político (el de Argentina 1978). El que comienza hoy en Brasil exhibe estos rasgos distintivos: una contestación pública muy elevada, probablemente sin antecedentes por intensidad y amplitud, contra el gasto implicado en la construcción de estadios y otros costes operativos que rondan los 9.000 millones de euros, como contraste en un país que todavía mantiene un grado elevado de desigualdad social; el descrédito en el que ha caído la FIFA, patrocinador del campeonato, sobre cuyo comité ejecutivo se ciernen sombrías sospechas de soborno por la adjudicación del Mundial de 2022 a un territorio futbolístico tan inverosímil como Qatar; la percepción de que las infraestructuras se han terminado minuto y medio antes de la inauguración; y, en fin, el hecho de que el campeón que defiende el título sea España.

Además del desarrollo futbolístico del campeonato, hay que prestar atención en este Mundial a cuánto durarán las protestas sociales. Descontado el efecto escaparate de todo acontecimiento global, la indignación tiene visos de autenticidad. No se sostiene solo en organizaciones populistas, sino que es compartida por dirigentes políticos, futbolistas de élite y grupos ciudadanos bien asentados. Pero, a pesar de ello, el impacto del fútbol (y más en Brasil) es demoledor; no es descartable que si Brasil encadena tres victorias seguidas la contestación se vaya debilitando. De ahí que el entrenador de Brasil, Scolari, cargue sobre sus espaldas con una responsabilidad que va más allá de la estrictamente deportiva.

Para la selección española, en cambio, la tensión competitiva se está diluyendo en un tono elegíaco que acompaña a la desaparición (con efectos para el próximo Mundial) de una magna generación de futbolistas (Xavi, quizá Iniesta, quizá Xabi Alonso, la ya concretada de Puyol), que han rendido los más grandes servicios al fútbol español. Sin embargo, de su talento se espera que también esta vez pasen de cuartos de final.

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