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Columna
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Una fábula real

Los grupos de extrema derecha son ahora identificados con la amable etiqueta de euroescépticos

Manuel Rivas

Parece que asistimos a una gran ofensiva de zorros a punto de entrar en el gallinero de Estrasburgo. Es una fábula realista que copio de uno de los raposos más notorios, Nigel Farage, líder del Partido de la Independencia de Reino Unido (UKIP), que define así a su propia formación: “Es el zorro que se ha metido en el gallinero de Westminster”. El banderín de enganche de Farage, que arrastra a los conservadores más obtusos, es el de celebrar cuanto antes en Trafalgar Square la salida de la Unión Europea. A la espera de tan jubiloso día, Farage ejerce de europarlamentario desde 1999. De acuerdo con su discurso, lleva años gorroneando euros en Estrasburgo, vestido, eso si, de pollo-pera, y con denuncias de no manejar de forma muy virtuosa sus abultados ingresos como zorro. De las palabras a los hechos siempre hay un trecho, y es sabido que Mussolini hizo en confortable coche-cama la heroica marcha a pie para tomar Roma. La actual campaña, en general, respondió en las formas a un tuit de Dante: “El triste riachuelo en su descenso / al pie de los malvados sitios tristes”. Lo que resulta más inquietante es la victoria de la operación eufemística para hacer presentable lo impresentable. Los grupos de extrema derecha son ahora identificados con la amable etiqueta de euroescépticos. Así, estas maquinarias de odio y resentimiento, que señalan como amenaza a los más vulnerables, ayer los judíos y hoy los inmigrantes, pasan a recibir el tratamiento de clubes patrióticos un poquito ofuscados. Ese secuestro de las palabras es el verdadero secuestro de Europa, donde “austeridad” quiere decir “más desigualdad”. ¿Euroescépticos? Euroescépticos lo podemos ser todos, empezando por los que desean una Europa más unida y a la vez federalista. En realidad, hace tiempo que los zorros merodean el gallinero. Farage, Le Pen y compañía son de otra especie más peligrosa. Humanos en partida de caza.

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