Otro mundo
Me acuerdo de cuando quedaba mal escuchar ABBA y de cuando las modelos sonreían en las fotos
“Me acuerdo de cuando las pizarras verdes eran algo novedoso”, escribía John Brainard, en su adictivo Me acuerdo, circa 1975 (2009, Sexto Piso). “Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Naves de guerra ardiendo más allá de Orión. He visto rayos C resplandecer en la oscuridad, cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo. Como lágrimas en la lluvia”, decía el replicante Nexus 6 en la película Blade Runner. Todos tenemos nuestros (humildes) rayos C resplandeciendo en la oscuridad, cerca de la puerta de Tannhäuser. Me acuerdo, por ejemplo, de cuando las heladerías abrían sólo en el verano. De cuando se podía fumar en los buses, en el metro y en los ascensores. De cuando la gente se vestía bien para viajar en avión. De cuando en las verdulerías no había rúcula ni mangos ni maracuyá. De que hubo un tiempo en que casi nadie, fuera de Perú, sabía qué cosa el ceviche. De cuando una publicidad en la que aparecía Brooke Shields (con 16 años, totalmente vestida, diciendo “¿Sabes qué hay entre yo y mis Calvins? Nada”), fue un escándalo mundial. Me acuerdo de cuando Stephen King era, según la crítica, un pésimo escritor. De cuando Steven Spielberg no era un genio sino un “director comercial”. De cuando Volver al futuro no era una obra de arte. De cuando había casas sin televisor. De cuando nadie tenía aire acondicionado. De que, hasta 2004, no me pareció necesario tener Internet en casa. Me acuerdo de cuando quedaba mal escuchar ABBA. De cuando las modelos sonreían en las fotos. De que el champú era sólo para pelo normal, graso o con caspa. Del miedo al Triángulo de las Bermudas. De Uri Geler, que provocaba asombro. No son naves de guerra ardiendo más allá de Orión. Son, apenas, mundos que desaparecen. Quedamos nosotros, por un tiempo, aferrándolos. Me pregunto para qué. Me pregunto a quién le importa..
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