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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Juventud reformista

Una generación muy crítica con la España oficial quiere modernizar su país, no romperlo

La España institucional no puede desconocer el profundo deseo de la juventud de renovar este país y recuperar la eficiencia de su sistema político. Frente a los mensajes reiterados de desesperanza, de “generación perdida” o de descalificación total de lo existente, el retrato reflejado por el estudio de Metroscopia para EL PAÍS muestra una generación deseosa de modernizar —sin romper— y de enderezar lo que se ha torcido, en coherencia con los bajos niveles de conflictividad social que se registran y con el posicionamiento de la mayoría de la población en las corrientes centrales de la democracia o entre los que no se identifican ideológicamente con nadie.

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Cualquier proyecto de solución tiene que partir de las críticas generalizadas reflejadas por el sondeo: el 83% considera que su país no se preocupa de los jóvenes, el 64% es consciente de que vivirá peor que sus padres. Una gran mayoría cree en el sistema democrático existente (pero no en los que lo pilotan) y confía en las empresas (pero no en la economía especulativa). Al tiempo, apuntan lo que les gustaría: no precisamente los dirigentes actuales, sino personas capaces de recuperar el tipo de liderazgo de Adolfo Suárez o de Felipe González, a quienes pocos de ellos conocieron en el ejercicio de la política, pero del que sus mayores les han transmitido una buena imagen. Todo ello sin perder de vista que dos tercios creen que sin el Rey no habría habido transición a la democracia, y que cuando se produzca la sucesión, esta se consumará con toda normalidad.

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Hay valores muy consolidados: el europeísmo, España como marca, el sistema de comunidades autónomas; pero expresan también la necesidad de acabar con la falta de ejemplaridad y de transparencia. No quieren otro sistema económico, sino más control político sobre el existente, al que se ha dejado, creen, una libertad cercana al descontrol.

Dice mucho del pesimismo sobre su país que una parte de los jóvenes españoles quisieran ser estadounidenses, alemanes, británicos, franceses, suizos o escandinavos, si no hubieran nacido en España y tuvieran la posibilidad de escoger donde hacerlo. Pero también de que el mundo exterior no les da miedo, hasta el punto de que un tercio cuenta con la emigración como posible salida: el mismo camino que ya tomaron parte de sus abuelos, aunque los jóvenes de hoy temen menos porque cuentan con mejor preparación y una mentalidad abierta.

El grueso de la generación joven no se siente condenada ni lo da todo por perdido. Quiere que el sistema institucional resuelva problemas y, por cierto, uno de ellos es el envejecimiento de la pirámide de población, que hace recaer en cada vez menos jóvenes la solidaridad entre generaciones. Pero lo primero, lo más importante, es recuperar el capital político del respeto al pluralismo, la negociación y el pacto, desperdiciado en peleas cainitas durante los últimos decenios.

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