Vendo mis datos personales
La información que cedemos graciosamente a los grandes de Silicon Valley vale mucho
El primer copyright es el de uno mismo. Aunque ya es paradójico tener la propiedad de algo que no fue creado por ti, sino por tus progenitores. Pero parece claro que la intimidad, la imagen privada, es una propiedad que se vende al antojo de uno, y al alza. No es asunto inventado por Internet, pues la prensa del corazón lleva tiempo en ello. La intimidad se compra y se vende para un día, para un sitio o para un fin.
Los grandes de Silicon Valley, como Google o Facebook, basan su negocio en recolectar los datos anónimos que les cedemos gratuitamente para vendérselos a las agencias de publicidad. Así que en este nuevo mundo de eliminación de intermediarios, el holandés Shawn Buckles pensó que antes que regalar sus datos a los Facebook, Gobiernos o compañías de luz de turno, los ponía a subasta al mejor postor. De la dirección de correo al historial médico, costumbres de transporte urbano, gustos alimenticios y sus posts en redes sociales. Todo para uso y aprovechamiento durante 2014. Aunque pueda parecer tontería, Buckles recibió 53 pujas y cerró la subasta en 350 euros. Otro internauta, Federico Zannier, consiguió más de 2.000 euros con similar oferta: toda su actividad privada en Internet durante un día.
Si la iniciativa fuera seguida, por ejemplo, por los 1.280 millones usuarios de Facebook, quebraría la red social. No puede ser, porque cada cual ha cedido sus datos graciosamente, pero pone de relieve que los datos personales son muy valiosos, tanto como para pagar o robar por ellos.
Sumando los datos de unos y de otros hasta esos miles de millones de internautas, Facebook consigue calibrar hasta 3,5 millones de variables que aplica para segmentar audiencias a medida del cliente publicitario.
La Casa Blanca ha alertado de los abusos que se pueden cometer con los datos privados en Internet. Conviene hacerle caso, pues sabe de qué habla. Las alertas sobre la falta de privacidad en la Red, sin embargo, llegan siempre de organismos y de intelectuales que parece que no la usan mucho. Entre los jóvenes, principales usuarios de estos tipos de comunicación, la privacidad no es uno de sus problemas.
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