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Punto de observación
Columna
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Los futuros posibles se pueden elegir

1.700 ‘lobistas’ financieros luchan en la UE para convencernos de que solo hay una salida

Soledad Gallego-Díaz

En los mejores libros de Historia sobre el siglo XX se encuentra siempre la misma constatación: las cosas no tuvieron por qué ser como fueron. Siempre hubo datos para elegir entre varios caminos. Hace ya tiempo que muchos grandes economistas escriben sobre lo mismo: cuanto mejores investigaciones publican, más creen que, en palabras del francés Thomas Piketty (43 años), “hay varios futuros posibles, según el tipo de políticas e instituciones que elijamos”.

Piketty, cuyo libro El capital en el siglo XXI está considerado ya una de las mayores aportaciones a la comprensión del capitalismo, explicaba el pasado domingo en Negocios, entrevistado por Alicia González, que la Unión Europea representa un tercio del PIB mundial, y Estados Unidos, otro tanto. Si se propusieran de verdad batallar contra los paraísos fiscales e imponer sanciones sobre los países que no cooperen, lograrían regular las ingenierías financieras y controlar tanto el brutal fraude fiscal que padecemos como la increíble acumulación de riqueza privada que sigue produciéndose.

Thomas Piketty ha firmado, junto con otros colegas franceses, un Manifiesto por la Unión Política del Euro que parte de otro texto lanzado a fines de 2013 por el llamado Grupo de Glienicker, un puñado de economistas y juristas alemanes. Los dos aseguran que es imprescindible regular el capitalismo financiero mundializado.

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El economista francés Thomas Piketty asegura que es imprescindible regular el capitalismo financiero mundializado

No son manifiestos teóricos. El de Piketty contiene propuestas concretas. Una de ellas, fundamental. Y factible. “No se trata de poner en común la totalidad de nuestros impuestos y nuestros gastos públicos. Con demasiada frecuencia, la Europa actual se muestra estúpidamente intrusiva en cuestiones secundarias (el IVA de las peluquerías) y patéticamente impotente en temas importantes (como los paraísos fiscales o la regulación financiera) [...] Nuestra primera propuesta es que los países de la zona euro establezcan un impuesto común sobre los beneficios de las sociedades. Cada país puede seguir fijando su impuesto sobre sociedades sobre esa base común, con un índice mínimo del orden del 20% y retener un impuesto adicional federal del orden del 10%. Con eso, el presupuesto de la zona euro pasará del 0,5% al 1% del PIB”.

Con ese 1% del PIB, la zona euro podría impulsar el relanzamiento y la inversión, especialmente en medio ambiente, infraestructuras y formación. “Europa debe aportar justicia fiscal y voluntad política a la globalización”, escriben.

No es casualidad el momento elegido por estos economistas y juristas europeos para dar una sacudida a los ciudadanos. Se pueden hacer muchas cosas en Europa para salir de esta situación. Existen los datos y los distintos caminos. Pero se trata de una pelea. Hay decenas de economistas y juristas extremadamente prestigiosos que nos aseguran que no existe determinismo económico que nos lleve inevitablemente en una dirección y no en otra. Pero parece que tienen más éxito quienes quieren convencernos de que se hace lo único que se puede hacer.

El Corporate Europe Observatory (CEO), un grupo de estudios afincado en Bruselas, hizo público esta semana un informe titulado El poder de fuego del lobby financiero. Sus datos son reveladores: la industria financiera mantiene en la capital europea a 1.700 lobistas (siete veces más que cualquier otro grupo de presión, incluidos sindicatos y otros grupos de la sociedad civil). Gastan 120 millones de euros al año para contactar con quienes se supone que tienen que decidir, asesorar y escribir sobre asuntos tales como regulación financiera, agencias de valoración crediticia, reglas contables...

¿Importan las elecciones europeas del próximo mayo? Mucho. Importa lo que vayan a hacer nuestros eurodiputados y lo que nosotros les exijamos. Deberíamos saber si conocen el Manifiesto de Piketty y si lo suscriben. No es lo mismo una cosa que otra. Nunca lo fue.

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