La Pasionaria de Berlín
La caída del Muro la convirtió en la última defensora del comunismo en Alemania Hoy Sahra Wagenknecht lucha por derribar el capitalismo. Mediática y combativa, defendió a Putin en la crisis de Ucrania y aspira a icono de la izquierda germana
Sahra Wagenknecht, actual vicepresidenta del partido alemán La Izquierda y la figura más mediática y polémica de su organización, tenía solo 20 años cuando vivió el peor momento de su vida. En la noche del 9 de noviembre de 1989 se enteró por la radio que el famoso muro de Berlín comenzaba a derrumbarse, pero la joven, en lugar de salir a la calle y dejarse llevar por las multitudes que empezaron a cruzar los pasos fronterizos, como lo hizo Angela Merkel, se encerró en su cuarto embargada por una profunda tristeza y se puso a leer Crítica de la razón pura, la obra capital de Kant.
“No tenía nada que festejar. Yo quería una RDA diferente, mejor. Mi esperanza quedó destruida aquella noche”, reveló años más tarde y cuando su combativa dialéctica comunista le había ayudado a salir del anonimato y se había convertido en una figura prominente en el antiguo Partido del Socialismo Democrático, que surgió de las cenizas del viejopartido comunista del país de la hoz y el martillo.
No ha sido la única frase polémica que ha pronunciado Sahra Wagenknecht a lo largo de su exitosa carrera política, que la ha convertido ahora en una combativa dirigente del partido La Izquierda y asidua participante en las tertulias políticas de la televisión germana. Es cierto, la diputada de 44 años está en camino de convertirse en un nuevo icono de la izquierda alemana, una moderna Rosa Luxemburgo (su ídolo de toda la vida) que nada contra la corriente y que no tiene miedo, gracias a sus convicciones de defender las causas menos defendibles que se multiplican en el planeta.
¿Qué político alemán, por ejemplo, se habría atrevido a defender la actitud que asumió Vladímir Putin en la peligrosa crisis que afecta a Ucrania y Crimea y que tiene al mundo occidental al borde de un ataque de nervios? ¿Alguien se habría atrevido, por ejemplo, a denunciar que la poderosa canciller alemana bendijo la llegada al poder en Kiev de un Gobierno golpista integrado por grupos fascistas y antisemitas?
Nadie, excepto Wagenknecht, una moderna Pasionaria comunista, que lo hizo con una vehemencia que provocó incluso un profundo malestar en las filas de su partido. La combativa dirigente defendió la anexión de Crimea a Rusia y denunció “la política exterior hipócrita” del Gobierno alemán, al defender al “Gobierno fascista” de Kiev, y recordó que los principales violadores del derecho internacional eran Estados Unidos y sus más cercanos aliados, como Alemania.
Sus polémicas afirmaciones provocaron agrias reacciones del presidente del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), el superministro Sigmar Gabriel, quien la acusó de ser una nostálgica de las viejas prácticas que imperaban en Moscú cuando aún existía la Unión Soviética. Peor aún, el SPD congeló un estratégico acercamiento con La Izquierda para formar una gran alianza de centroizquierda que le permita acceder al poder en 2017.
Wagenknecht sigue imperturbable. ¿Qué otra actitud podía asumir una mujer que siempre fue una rebelde con causa y que tuvo el coraje de rebelarse para no vestir el uniforme militar en la escuela? La ansiedad le impedía comer cuando la obligaban a participar en las acampadas de defensa civil, una actitud que fue tachada como huelga de hambre por los inspectores del régimen.
Bajo la peligrosa sospecha de ser una disidente, le prohibieron estudiar en la universidad. A pesar del castigo, la joven se alistó en el partido y se encerró en su cuarto para educarse a sí misma. Solo después de la caída del Muro pudo acceder a la universidad, y cuando terminó sus estudios, en 1996, decidió buscar una nueva vida en la política con un discurso que parecía haber desaparecido en la noche mágica del 9 de noviembre de 1989. La joven se transformó en la última defensora del comunismo en un país donde Lenin, Marx y Stalin eran detestados y donde sus antiguos compatriotas soñaban con el bienestar capitalista que les ofrecía Bonn. “La RDA fue la comunidad más pacífica y humanitaria que existió en toda la historia alemana”, dijo en uno de sus primeros discursos.
Pero la vida da muchas vueltas y la joven dejó de defender al régimen que gobernó en su primer país durante 40 años y se propuso una meta más ambiciosa, cuando la plaga de la crisis mundial atacó a los países capitalistas.
Sahra Wagenknecht, una autodidacta en muchas ramas del saber humano, decidió escribir un libro que la catapultó a la fama y la convirtió en una estrella de la televisión. Libertad en lugar de capitalismo fue el título de su libro que se publicó en mayo de 2011, un frío análisis que admite los aportes que hizo Ludwig Erhard, el padre de la economía moderna de Alemania, y donde se atrevió a señalar que el marco constitucional alemán permite superar el capitalismo e instaurar un sistema socialista que impida que las grandes empresas que cotizan en la Bolsa de Fráncfort sigan imponiendo sus reglas.
La crisis de la deuda en la zona le ofreció otro frente de batalla. “La Unión Europea es una democracia de fachada que solo defiende los intereses de las grandes empresas y bancos”, dijo no hace mucho. “La UE es un poder antidemocrático, neoliberal y militarista”, añadió.
Sus declaraciones convencieron al irreverente periódico Die Tageszeitung a escribir una frase que combina el sexismo con el halago. “Sahra Wagenknecht es el rostro más bonito del comunismo y tiene la cabeza más inteligente del anticapitalismo”, señaló el periódico. “Ella es la más izquierdista de La Izquierda”.
Sin dejarse impresionar por las críticas ni por los halagos, solo tiene una meta por delante. Acabar con el capitalismo que impera en su país y recuperar los principios del socialismo para crear una sociedad más justa. La meta es casi una utopía, pero la hermosa diputada sigue conquistando admiradores a través de la televisión y de los foros políticos.
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