Policías
La confianza en las fuerzas públicas es un buen síntoma de la viabilidad democrática de un país
Como viví mis primeros veinte años bajo el franquismo, recuerdo bien la completa indefensión que sentía el ciudadano ante unas fuerzas que, más que públicas, eran tiránicas. Qué miedo nos daban los policías; qué canguelo los guardias civiles y qué terror los militares, pánicos que se agudizaron en los días posteriores al golpe del 23-F. Pero un barómetro del CIS de 2013 reveló que las instituciones más valoradas en España eran la Guardia Civil (5,71), la Policía (5,65) y las Fuerzas Armadas (5,21). Cuando me siento hundida ante el panorama nacional, pienso en esos datos y me consuelo. Porque hace falta mucha profundización cívica, y que la justicia funcione como es debido, y que los ciudadanos conozcan sus derechos y sepan defenderse, para que esas instituciones puntúen tan alto. Creo que la confianza en las Fuerzas Públicas es un buen síntoma de la viabilidad democrática de un país. Quizá no lo hayamos hecho todo tan mal.
Esos guardias, esos funcionarios, ya no son los de antes. Hoy se implican más en la vida real. Por ejemplo, hay un municipal de La Rioja, Eduardo Justa, que ha montado una maravillosa Red de Protección Canina, para intentar parar la matanza de perros: tienen grupo en teaming.net. Tambien los bomberos de Madrid (aunque ya sé que los bomberos son otra cosa y que siempre han sido muy queridos) han creado una organización benéfica genial, Bomberos Ayudan, asimismo en teaming. Y luego están los agentes que se atrevieron a perseguir a Aguirre, que valen por sí solos como una ONG entera en pro de la justicia para todos: bravo por ellos. Espero que no paguen cara su rectitud, de la misma manera que espero que todos los policías lleven su identificación bien a la vista para evitar excesos. Porque gente chula y proclive al abuso hay en todas partes, como ha demostrado Esperanza tan torpemente.
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