Los planes pendientes tras el 11-M
Los terroristas de Madrid no se suicidaron porque tenían otros blancos
Suele darse por descontado que los actos de terrorismo en cuya planificación y preparación interviene de uno u otro modo Al Qaeda —como fue el caso del 11-M y pongo de manifiesto en mi reciente libro ¡Matadlos!— se caracterizan porque quienes los ejecutan mueren al hacerlo. Así ocurrió en los del 11-S. Entre estos últimos y los del 11-M hubo, de hecho, numerosos atentados en los cuales estuvo directa o indirectamente implicada Al Qaeda y que fueron actos de terrorismo suicida. En el caso de los atentados de Madrid, la ausencia de terroristas suicidas, pese a la relación que existía con antelación al 11 de marzo de 2004 entre quienes los perpetraron y el mando de operaciones externas de Al Qaeda, obedeció ante todo a que los terroristas no habían culminado sus planes con la matanza en los trenes de Cercanías.
Habían alquilado un piso en Leganés que pensaban utilizar mes o mes y medio. También una casa en Albolote, en puertas de Granada. Está comprobada su intención de hacer descarrilar el AVE entre Madrid y Sevilla. Habían recopilado información sobre posibles nuevos blancos en Madrid, Ávila y Segovia. Contaban con armas, explosivos y reserva financiera. Pero cualesquiera planes tuviesen fueron desbaratados no tanto por las primeras detenciones que la policía efectuó el 13 de marzo en Madrid como por lo ocurrido en Leganés aquel posterior 3 de abril. Ese día, del cual se han cumplido 10 años la pasada semana, siete terroristas escondidos en el interior de un piso localizado por los expertos de la Comisaría General de Información dejaron claro hasta dónde estaban dispuestos a llegar en su adhesión a la ideología yihadista del martirio.
Podría aducirse que los terroristas se inmolaron en Leganés al estar acorralados por la policía. Pero la explosión suicida que ocasionaron revelaba algo que Serhane ben Abdelmajid Fakhet, el Tunecino, había expresado en un manuscrito hallado en su domicilio de Madrid: “Para conseguir ser mártires hemos venido”. Más aún, dos de los implicados en el 11-M dejaron cartas de despedida en forma de testamento. Una de ellas, de Abdenabi Kounjaa, está dirigida a sus familiares y en la misma, que por cierto no contiene mención alguna a Irak, afirma: “Yo he elegido la muerte como camino para la vida”. Igualmente denotativo de la inclinación suicida de los terroristas del 11-M es que al menos tres de los fugados terminaron perpetrando atentados suicidas encomendados por la extensión territorial de Al Qaeda en Irak.
Está comprobada su intención
de hacer descarrilar el AVE entre Madrid y Sevilla
Aunque los atentados del 11-M no fuesen suicidas, básicamente porque los terroristas, dispuestos a convertirse en lo que ellos definen como mártires, no habían completado los planes que tenían previstos, otras facetas de lo ocurrido en los trenes de Cercanías encajan con un estilo operativo característico de Al Qaeda. No me refiero únicamente a que eligiesen el undécimo día de marzo, al igual que los atentados del 11-S fueron perpetrados el undécimo día de septiembre, o que en otros días undécimos se hayan producido, antes y después del 11-M, cruentos atentados de Al Qaeda. El dato de calendario es significativo pero no definitivo, pues esta estructura terrorista global ha planificado atentados importantes acontecidos, dentro y fuera de nuestras sociedades, en días del mes distintos al undécimo.
Me refiero sobre todo a la modalidad de los atentados, concatenados o en serie, llevados a cabo en un breve espacio de tiempo y con el afán de conseguir el mayor número posible de víctimas. Al igual que en el 11-S fueron cuatro los aviones designados como blanco por Al Qaeda, en el 11-M fueron cuatro los trenes elegidos para colocar bombas. Estos trenes eran de Cercanías y circulaban entre las 7.37 y las 7.41, en hora punta, incrementando al máximo la potencial letalidad de los atentados. Las cifras de muertos y heridos en los atentados de Madrid habrían sido mucho mayores de las que fueron si hubieran estallado las bombas cuyo dispositivo de detonación falló, y si no hubiese circulado con un poco de retraso uno de los convoyes ferroviarios, afectado por cuatro explosiones cuando iba a entrar en la estación de Atocha.
En relación con todo ello, merece la pena hacerme eco del modo en que concluye su último análisis sobre el 11-M el National Counterterrorism Center (NCTC) de Estados Unidos. Se trata del informe The case for Al-Qai’da links to the 2004 Madrid bombings, elaborado en 2008. Tras valorar el 11-M a la luz de nueva información recopilada por los servicios norteamericanos de inteligencia desde 2006, incluyendo tanto información procedente de fuentes propias como facilitada por otras agencias homólogas en países occidentales y no occidentales, dicho informe concluye que los datos conocidos sobre la manera en que fueron preparados y ejecutados los atentados de Madrid, proporcionan “evidencia de planificación sofisticada y énfasis en victimización masiva, ambas marcas distintivas de un atentado de Al Qaeda”.
Las cifras de muertos y heridos
en los trenes de Cercanías pudieron ser mucho mayores
En lo que atañe a los artefactos explosivos utilizados en el 11-M, uno de sus componentes, el de los teléfonos móviles usados a modo de detonadores y sincronizados por medio de la alarma, evoca también a Al Qaeda. Esta organización colaboró con una de sus filiales en los atentados del 12 de octubre de 2002 en Bali. En éstos se utilizaron teléfonos móviles de la misma marca, Mitsubishi, y el mismo modelo, Trium, que en los del 11-M. Estas coincidencias remiten a destrezas adquiridas como resultado de un mismo aprendizaje en campos de entrenamiento de Al Qaeda en Afganistán, como precisamente al que en los dos años previos al 11-S acudieron Amer Azizi, inductor de los atentados de Madrid y nexo de la red del 11-M con el liderazgo de Al Qaeda, o Said Berraj, miembro cualificado de dicho entramado terrorista.
Respecto al explosivo utilizado en los atentados de Madrid no puede argumentarse lo mismo. El conjunto de muestras recogidas confirmó que se trataba de dinamita Goma 2 Eco que delincuentes españoles sustrajeron de una explotación minera asturiana e intercambiaron por droga. Así, las bombas se fabricaron adecuando sus contenidos a la disponibilidad que los terroristas detectaron en el entorno donde iban a atentar. Ahora bien, antes de que El Chino y su banda se incorporaran a la red del 11-M y resolvieran la provisión de sustancias explosivas, destacados integrantes de la misma habían recibido, a través de un foro restringido de Internet, instrucciones para fabricar bombas mediante triperóxido de triacetona (TATP), fórmula utilizada en los atentados de 2003 en Casablanca y después en los de 2005 en Londres.
Bajo custodia de las autoridades de Estados Unidos en Guantánamo, tras su detención en mayo de 2005, Abu Faraj al Libi, hasta entonces tercero en la jerarquía de Al Qaeda, declaró que Hamza Rabia, jefe de operaciones para el mundo occidental a fecha del 11-M, “deseaba firmemente atentar contra trenes de pasajeros en Estados Unidos o Reino Unido después de los atentados de marzo de 2004 en los trenes de Cercanías en Madrid”. Un año y casi cuatro meses después se ejecutaron los atentados en el metro de Londres. En diciembre de ese año, cuando un misil lanzado desde una aeronave no tripulada de la CIA acabó con las vidas de Rabia y Azizi, su adjunto, en una localidad de Waziristán del Norte, adiestraba terroristas para llevar a cabo atentados semejantes a los del 11-M y del 7-J en Estados Unidos.
Fernando Reinares es investigador principal en el Real Instituto Elcano y catedrático en la Universidad Rey Juan Carlos. Autor de ¡Matadlos! Quién estuvo detrás del 11-M y por qué se atentó en España (Galaxia Gutenberg).
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