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Gisela vuela

Busca la próxima semana su décimo Mundial de kitesurf, después de haber entrado a los 10 años en el Guinness de los récords como la campeona del mundo más joven

Juan Morenilla
Gisela Pulido, con su inseparable tabla de kitesurf, en una playa de O Grove, Pontevedra, en septiembre pasado.
Gisela Pulido, con su inseparable tabla de kitesurf, en una playa de O Grove, Pontevedra, en septiembre pasado. MOVISTAR

Para Gisela Pulido (Premià de Mar, Barcelona, 14 de enero de 1994), ser campeona del mundo de kitesurf se ha convertido en una costumbre cada vez que llega el invierno. Apenas conoce otra cosa desde que en 2004 consiguiera su primer Mundial… ¡con 10 años! ante chicas entre los 24 y los 32. Su nombre aparece en el libro Guinness y en la historia del deporte como el campeón/campeona mundial más joven en cualquier disciplina —la mitad de edad, por ejemplo, que Marc Márquez en MotoGP—.

Desde ese récord de precocidad, Gisela ha sido nueve veces campeona del mundo de kitesurf (cada año excepto 2012), una modalidad que consiste en navegar deslizándose sobre una tabla con la ayuda de una cometa (kite, en inglés) que se maneja con una barra y es impulsada por el viento. Un arnés en la cintura permite que la fuerza se distribuya por la zona abdominal y no solo en los brazos. Es un Mundial de ocho pruebas, con dos descartes y un sistema de clasificación similar al de la F-1 y las motos.

La lucha por el décimo Mundial empieza para ella esta próxima semana con la primera prueba, en Panamá, donde Gisela viaja mañana. Para eso se ha preparado dos semanas en Tarifa (entrenamiento físico) y otras dos en Sri Lanka, aprovechando un clima más cálido y unas condiciones más técnicas. Y casi sin vacaciones, apenas una semana esquiando en Baqueira y unos días con la familia en Tarifa.

Gisela es hoy una figura mundial patrocinada por Movistar y Red Bull. Vive en Tarifa, con su padre, y pasa fuera más de la mitad del año, compitiendo y entrenándose: un mes en Sudáfrica, dos en Brasil… Fue precisamente él, Juan, quien le inculcó el amor por estos deportes extremos. “A los cinco años ya hacía windsurf”, recuerda Gisela. “El kite no me dejaba porque era peligroso siendo tan pequeña, pero insistí, insistí, insistí, y me compró una cometa pequeña. Empecé a volar en la arena con seis años. Tenía que coger el control, y cuando pesara más, meterme en el agua. Con ocho me hicieron una tabla a medida y…”. Gisela recuerda exactamente el día. “24 de junio de 2002, el santo de mi padre. Fuimos a pasar el día a Sant Pere Pescador, a la playa, a dos horas de Barcelona, y ahí empecé, con ocho años”.

Debía explicar a sus profesores qué era el kite para aplazar los exámenes. Hoy estudia Periodismo

Enseguida, la afición se convirtió en un modo de vida. Debía limitar los entrenamientos físicos y técnicos debido a su edad, para no perjudicar su desarrollo. Se conformaba con la bicicleta, el surf y el snowboard, mientras sus padres, trabajadores en un negocio textil familiar, trataban de suavizar sus ansias por competir. Era demasiado niña. “Les tuve que convencer”, recuerda Gisela. “El kite es un deporte extremo, y al principio era un poco peligroso, hoy ya no. Pero yo siempre he insistido mucho. Insistí, insistí. Desde muy pequeña competía en natación. Lo tenía en la sangre. Era lo que más me gustaba. Competir e intentar ser la número uno”. Así que padre e hija llegaron a un pacto. “Llévame a una competición, y si lo hago bien, me llevas a la siguiente. Si no, esperamos a que sea mayor”, acordaron. Tenía 10 años. Y, prueba a prueba, se ganó el derecho a acudir a la próxima. De modo que llegó a la última prueba del Mundial empatada con una francesa mucho mayor. Y ganó. La niña a la que no dejaban competir era campeona del mundo.

La familia cerró los negocios en Barcelona y se mudó a Tarifa para comenzar una carrera profesional. La historia del kite, nacido en Hawai hace unos 15 años y con un circuito mundial desde hace 12, es casi la historia de Gisela Pulido. La catalana recuerda aquellos inicios en los que debía explicar a sus profesores de Primaria en qué consistía este deporte para que le aplazaran los exámenes; cómo, vergonzosa, llevaba el trofeo a clase, y la vez, una profesora de Educación Física le suspendiese al no poder ir a las pruebas de la asignatura. Claro, estaba en el extranjero, siendo campeona mundial.

Las clases son ahora a distancia, de segundo curso de Periodismo en la Universidad Rey Juan Carlos, en Madrid. “Me gusta y no me cuesta ponerme a estudiar”, cuenta. “Economía, inglés, maquetación… La asignatura que más me gusta es redacción. Si alguna vez puedo trabajar como periodista me gustaría ser corresponsal en el extranjero. Me gusta mucho viajar y no me veo trabajando en una oficina. Me gusta estar fuera, vivir las cosas, el momento”. Ahora compagina los entrenamientos, la competición y cinco asignaturas para la segunda parte del curso. “La que menos me va es teoría de la información”.

El kite la ha llevado por todo el planeta. Es un deporte conocido en Francia, Alemania y Holanda, por parte europea, y en Australia y Sudamérica. “También en España. En la playa me reconocen bastante, y en algún aeropuerto noto que me miran. Me hace mucha ilusión cuando me piden una foto o un autógrafo”.

Parece una veterana, Gisela, con sus nueve Mundiales, aunque ella conserva la misma emoción que cuando tenía 10 años y no le dejaban surfear por pequeña. “Me gustaría seguir compitiendo más años en kite, que es lo que me hace feliz, mi pasión. Espero seguir en la élite. Sé que si no me pongo las pilas es muy difícil ganar. No puedo bajar la guardia”. Nunca lo ha hecho. Quiere su décimo Mundial.

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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