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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mi aspiradora me habla

La invasión de prendas y electrodomésticos inteligentes promete prevenir casi todos los problemas

MARCOS BALFAGÓN

La lavadora se para automáticamente y la tostadora, no. ¿Por qué? ¿Cuántas veces abrimos el frigorífico para saber qué hay dentro? ¿Y cuántas más para recordarlo? Son hábitos que se aliviarán muy pronto. Basta el smartphone, que ya tenemos, la conexión a Internet, que también, y unos sensores en los electrodomésticos que registran datos y los rebotan al móvil que, casualmente, se apellida inteligente. Ya está. Ese es el Internet de las cosas que lo va inundar todo.

Cepillos de dientes que envían al móvil un aviso de que al niño le sangran las encías, zapatillas que informan de los peldaños subidos, auriculares musicales que registran el ritmo cardiaco, la puerta de casa que se abre cada lunes, miércoles y viernes a las diez de la mañana cuando reconoce la llegada de Bea, la asistenta; el termostato que apaga la calefacción si detecta que no hay nadie en esa habitación... Por sí mismo, pero casi siempre con la mediación de la prenda más personal, el smartphone, se puede controlar y ordenar todo en la distancia. Recibir alertas, remediar problemas, prevenir contratiempos. Una orden del móvil basta para sacar a pasear el robot aspirador ante el anuncio imprevisto de una visita. Para este mismo año, las coreanas Samsung y LG anuncian que sus electrodomésticos se conectarán a Internet.

Ahora, una iniciativa privada, The Wireless Registry, anima a la matriculación de estos aparatos para darles una identificación con la que se puedan comunicar sus propietarios o, por ejemplo, el reparador del aparato.

El Internet de las cosas va a rodear nuestras vidas, y no solo la hogareña. La salud pública va a echar mano de estas posibilidades para controlar a los pacientes y asegurarse de que cumplen con dietas y programas médicos, desde el paseo diario a la ingestión de las píldoras. El médico sabrá en tiempo real si su paciente obedece (de lo contrario, ¿el seguro dejaría de pagarle las medicinas?).

Para tranquilidad de la inefable corriente apocalíptica antitech, todo esto es posible ya y mucho más, pero solo cuajará —como ocurre desde que la humanidad es tal— lo que haga la vida más fácil.

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