Alcalde de Nueva York gracias al pelo de su hijo
La maravillosa y sorprendente historia de cómo el peinado 'afro' de un adolescente logró que su padre ganara las elecciones a la alcaldía de Nueva York y su familia se convirtiera en la más querida de al ciudad
Quedaba mucho por recorrer. El entonces candidato a la alcaldía de Nueva York, Bill de Blasio, aún estaban celebrando el triunfo en las primarias cuando su hija su hija Chiara, una adolescente de 18 años siempre elevada sobre sus brogue bicolores de plataforma, bromeó sobre lo que se ha convertido en el tema central de la campaña: “Puede que mi hermano salga muy bien en la televisión, pero sólo un De Blasio pudo votar por su padre”. A renglón seguido, su progenitor, erigido ya como alcalde de la ciudad, dio una declaración sobre lo que ha resultado ser el tema central por accidente de su campaña: el abultado pelo de su hijo de 15 años. “En su entusiasmo ante la victoria, ella intentó tocar EL pelo. Seguridad ya estaba lista para intervenir”, contó.
Bill de Blasio había iniciado su carrera como el gran tapado. Su historia (un padre excombatiente en la Segunda Guerra Mundial que se suicidó hundido por su memoria y su alcoholismo, un epifánico viaje a Nicaragua, una esposa poetisa que a finales de los setenta había declarado su lesbianismo, un matrimonio oficiado por dos pastores gais) le ayudó a ganar posiciones. Pero la clave estaba en un anuncio en el que su hijo Dante, con un afro exuberante y circular, perfecto como un micrófono recién sacado de la funda, que desafiaba el encuadre de la cámara. Su principal oponente lo reconoció: “Fue ESE anuncio. Nos mató”.
Muchos ven en el peinado afro del hijo del candidato la verdadera razón de que su apuesta tomara altura en un primer momento.
En esa pieza, ideada por John del Cecato -un asesor de la firma David Axelrod (consejera de Barack Obama) residente en el East Village, “un barrio bohemio y hipster”, según subrayaban los periodistas neoyorquinos en las últimas horas de campaña, Dante paseaba su afro paranormal por las calles de Brooklyn. Iba hacia su cole acompañado de su padre (ergo, sutilmente, nos enseñaba que estudiaba en un colegio público) e incidía desde la experiencia en medidas jaleadas por su padre: una tarjeta identificativa para todos los habitantes de la ciudad y la repulsa hacia la polémica medida de stop and frisk (esa potestad que tiene la policía de Nueva York para cachear a quien consideren sospechoso por la calle, que siempre termina siendo latinos y afroamericanos), entre otras. “Es el único demócrata con agallas para oponerse a las políticas de Bloomberg”, soltaba mirando a cámara.
Puede que algunos atribuyan el éxito de Di Blasio padre a una campaña apoyada en un lema de resonancias dickensianas (“historia de dos ciudades”, la de los millonarios y la de la gran mayoría), pero son muchos más los que ven en el afro de su vástago la verdadera razón para que su apuesta tomara altura en un primer momento. Al margen de convertirse en una broma recurrente de la campaña, el peinado de Dante, otro nombre de resonancias literarias, liberadoras y renacentistas, fue utilizado hasta la saciedad. Se impulsó, de hecho, el hashtag #GoWithTheFro. Algunos criticaron la banalización de la jugada (su oponente dijo que estaba echando mano de tácticas casi racistas), pero la idea se expandió con rapidez de virus tropical y mediante otras etiquetas como #Fromentum, que hacían referencia al gran instante cuando el afro corrigió el curso de la carrera electoral. De hecho, Village Voice bromeaba con la polémica: “Sólo estamos decepcionados con el dibujo de la campaña. No se parece en nada al afro de Dante, o a ningún otro. Parece como si Elvis hubiera dormido en en un sofá durante ses semanas. Al aire libre. Durante un huracán”.
El detalle estético fascina desde hace décadas en los salones más elitistas de Manhattan
De hecho, en una reunión del Comité Demócrata Nacional celebrada a finales de septiembre en el elitista Waldorf Astoria, el afro recibió el crepado definitivo. Barack Obama pareció advertir el volumen en algún punto de la sala y soltó: “Yo tuve el mismo en 1978… Aunque debo reconocer que mi afro jamás fue tan bueno. El mío estaba peor equilibrado”.
Si sus hijas tardaron más tiempo en acaparar artículos de estilo, el hijo de Di Blasio lo ha hecho desde la propia campaña electoral. El pelo da votos, como demostró el cambio de peinado del exalcalde Giuliani en su día o los personajes de James Ellroy, un autor incontestablemente calvo, que critican “la mata de pelo del maldito JFK”. Si bien Di Blasio ha arrasado gracias a una apuesta abiertamente izquierdista en una ciudad gobernada por ideas demócratas desde hace más de dos lustros, todos los analistas colocan el peinado de Dante, a medio camino entre el de un Michael Jackson época Jackson 5 y el de otro Dante, el jugador del Bayern de Munich, como una de las grandes bazas electorales. Un detalle estético y fotogénico que ha ayudado a convencer a votantes de todas las razas y condiciones sociales, pero que desde hace décadas fascina también en los salones más elitistas de Manhattan.
Hace ya casi medio siglo el (nuevo) periodista Tom Wolfe retrataba ese embrujo en La izquierda exquisita (editada aquí por Anagrama), una crónica sobre la visita de unos Panteras Negras a la casa del compositor Leonard Bernstein: “Dios mío, cómo compaginarán los Panteras todo eso, los pantalones ajustados, los jerséis ajutados de cuello alto, los abrigos de cuero, las gafas de sol cubanas, los peinados afros. Pero afros auténticos, no los que se recortan y riegan como un seto hasta adquirir un lustre de alfombra acrílica…, sino verdaderos afros, afros naturales, al desgaire…, salvajes…”.
Con un aire más natural, zapas y camiseta granate, Dante irrumpió en la campaña. El martes, ya encorbatado y convertido en símbolo de las ideas de su progenitor, se abrazaba a su padre.
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