Espionaje: código de buena conducta
De las últimas filtraciones de Edward Snowden se desprende que la Unión Europea ha estado estrechamente espiada por los americanos. Ni el teléfono de Merkel se ha librado. La reacción, enérgica, no se ha hecho esperar: una comisión de la UE viaja a Estados<TH>Unidos para exigir un código de buenas prácticas escandalizados porque el límite del espionaje lo marca la tecnología. Situación esperpéntica que recuerda al humor de Gila: “¿Es el espía?, lo que venga a continuación no lo escuche que es privado”. “Sí, de acuerdo, interrumpimos el espionaje inmediatamente”.
Dicen que por la noche, en los alrededores del edificio donde tiene su sede la NSA (Agencia de Seguridad Nacional Americana) las carcajadas se oyen sin necesidad de colocar un envase vacío de yogur en la pared para poner el oído. Quizá cuando responsables de la Unión Europea llamaron a Obama para mostrar su preocupación, él, educadamente, respondió: “Sí, ya sé de su malestar. Estoy muy bien informado”. Para darle un toque más cómico aún, la Agencia Americana de Seguridad afirma que varios países de la UE han colaborado en los millones y millones de llamadas intervenidas. Si me enterase de que ninguna de mis comunicaciones han sido interceptadas me enfadaré porque entenderé que me consideran el ser más anodino del mundo entero y quizá el espionaje sea como el amor, donde la indiferencia duele más que el odio.— Juan Manuel Chica Cruz.
