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Columna
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Esto es una pipa

El peor tormento para un creador: la prohibición de ejercer el primero de los derechos humanos, el derecho a soñar

Manuel Rivas

Esto no es una película es el título de una película auténtica, tan auténtica que fue filmada clandestinamente en una prisión de Irán e interpretada por el director de cine Jafar Panahi, con la complicidad de un amigo. Se hizo en una sola jornada, a escondidas, y llegó al festival de Cannes en un lápiz óptico oculto en un pastel. El disidente iraní no solo fue condenado a seis años de prisión, sino que también se le impuso el castigo de no poder hacer películas durante veinte años. El peor tormento para un creador: la prohibición de ejercer el primero de los derechos humanos, el derecho a soñar. La historia de Jafar me recordó la carta que Vasili Grossman dirigió a la cúpula soviética cuando le prohibieron Vida y destino: “Le pido que devuelva la libertad a mi libro”. Grossman, además de extraordinario escritor, era un héroe revolucionario al que amargaron la existencia los nuevos caciques revolucionarios. Si esa conjura de necios, con sus sicarios escritores, desvalijó las palabras, aquel Vasili que escribía verdades como pecados podría haber titulado su obra Esto no es una novela. El primero en expresar con ironía esa pugna entre autenticidad y simulacro fue René Magritte, en 1928, en la serie La traición de las imágenes, con su pintura de una pipa acompañada de la célebre inscripción Esto no es una pipa. Creo que estamos pasando un período en España en que se está generalizando este desdoblamiento, de tal manera que para nombrar lo auténtico tenemos que negarlo. Por ejemplo, después de que una jueza (Esto no es una jueza) niega la condición de prueba (Esto no es una prueba) al ordenador desvalijado de Bárcenas (Esto no es Bárcenas), podemos deducir que la destrucción de una prueba con información esencial sobre la gran corrupción (Esto no es corrupción) no prueba nada. En fin, esto no es un artículo. Es una pipa.

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