5 hoteles encantadores en faros (o muy cerca de uno)
Pero en fin, no está mal que aunque tarde (como siempre) aquí también nos enteremos de que con un poco de imaginación, las cosas pueden servir para otros menesteres diferentes a los que fueron creadas hace 100 años.
Y lo faros, esos elementos bellos, solitarios y literarios de nuestras costas, son lugares perfectos para crear alojamientos con encanto, rodeados de silencio, oleaje y vistas infinitas. Además, la mayoría de ellos están ya en desuso y cerrados. ¿Por qué no darles una nueva vida que además permita mantener en condiciones sus edificios y que no se pierdan en el abandono?
Hasta la fecha y hasta donde tengo controlado, no es posible dormir dentro de un faro en España (a no ser que seas amigo del farero), pero si hay ya varios hoteles en nuestro país y en Portugal que están muy cerca de faros o incluso aprovechan instalaciones del conjunto, aunque las habitaciones no estén en el propio edificio de la linterna.
Aquí van cinco de ellos en los que puedes sentirte farero (de lujo) por una noche:
En el antiguo edificio de la Marina, junto al faro, en un lugar emblemático y rodeado de mar y silencios. El cabo de Finisterre (Fisterra, en gallego) era el fin del continente europeo, el finis terrae, el lugar donde la tierra acababa hasta el descubrimiento de América. Fisterra es un lugar lleno de magia al que aún continúan llegando peregrinos para quemar sus ropas en señal de renovación. Tiene cuatro habitaciones dobles y una simple en un edificio anexo a la linterna. Tel. 981 725 869.
Desde Llafranc una carreterita sube hasta el faro de Sant Sebastiá, un lugar privilegiado de la Costa Brava. Junto al faro (construido en 1857) se conserva una antigua casa de postas del siglo XVIII que daba servicio al camino de Francia por el litoral. Aún sigue cumpliendo su misión ya que en sus vetustos pero remodelados muros acoge un restaurante donde hacen unos arroces insuperables y una hospedería con nueve habitaciones. Junto a ella se conserva la torre de la Guarda, bastión vigía levantado en el siglo XV. Todo con una espléndida vista de los poderosos acantilados entre los que se acomodan las calas de Llafranc y Calella.
Una estrecha cinta de asfalto de ocho kilómetros permite llegar desde Cadaqués a este accidente geográfico lleno de magia y de fuerza que parece salir del fondo de la tierra y donde se alza uno de los faros más bellos y solitarios de España. Un inglés que quedó colgado de estas soledades compró la vieja casa de carabineros junto al faro y montó en ella una hospedería en la que alquila habitaciones, además de un restaurante de aires bohemios en el que deleitarse con un curry o una cerveza bien fría mientras el ocaso se adueña de este paraje singular.
El cabo de Estaca de Bares es el punto más septentrional de la península ibérica; se accede a él por una carreterita señalizada que parte de O Barqueiro. Pese a su fama, el faro es bastante anodino: bajito y chaparro. A cambio, el envoltorio no puede ser más subyugante. Abierto, infinito y casi inabarcable, el horizonte se extiende por occidente hasta el cabo Ortegal y por oriente hasta la Punta Roncadoira, en la ría de Viveiro. A unos tres kilómetros del faro se construyó una instalación militar, el Semáforo de Bares, desde donde se avisaba a las barcos mediante banderas y se hacía un seguimiento de la navegación. Es aquí donde se ha instalado ahora un moderno y muy recomendable hotelito con encanto, de solo seis habitaciones, vistas subyugantes y silencios que enamoran.
Más que un faro reconvertido en hotel, es también un hotel con faro incluido. Está en Cascais, una de las localidades costeras más bonitas de la costa porteguesa y abrió en 2002 entorno al viejo faro de Santa Marta, reconvertido en museo. Aprovecha varias casitas centenarias que ya existían en torno a la linterna, perfectamente restauradas, y otras instalaciones de nueva construcción para componer un alojamiento de 5 estrellas que es un puro capricho. Un deleite para los sentidos con vistas infinitas al Atlántico… y al faro, por supuesto.
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