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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Mejor en la cárcel?

Portugal ha salido de la recesión, pero todavía queda un largo trecho que recorrer para salvar los dramas humanos de la crisis

MARCOS BALFAGÓN

Parece que en Portugal cada vez son más los presos que prefieren quedarse en las cárceles a salir al frío inhóspito de la crisis. Así lo explicó hace poco el presidente de la Asociación Sindical de Jueces Portugueses. La Dirección General de Servicios Penitenciarios no ha podido confirmar esa tendencia con datos contrastados, pero a una ONG que trabaja en la reinserción de reclusos, O Companheiro, la música le suena. Sabe que muchos de los presos de mediana edad que han podido acceder a un régimen más abierto, y que acuden a su sede para buscarse algún futuro, vuelven por las noches a sus celdas. Nadie quiere quedarse a la intemperie: mejor tras los barrotes.

En los primeros días de septiembre, se supo que Portugal había salido de la recesión. Y no solo eso, el Instituto Nacional de Estadística portugués (INE) confirmaba que era el país de la Unión Europea que más había crecido: un 1,1% del PIB en el segundo trimestre con relación al trimestre anterior.

El dato sorprendió: revelaba un vigoroso aumento de las exportaciones. Pero hubo otros datos positivos que mostraban que la economía del país vecino daba señales de recuperación: la inversión pasó de reducirse de un 15,9% a solo un 2,3%, y el consumo estaba empezando a dejar de enflaquecer a marchas forzadas: de bajar un 6% pasó a hacerlo al 2,6%. Cifras, cifras, benditas cifras. ¿Pero las nota el ciudadano que sigue asfixiado por el vendaval de los recortes y el aumento de la pobreza?

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No mucho, la verdad. Salir de la recesión no significa, y menos de forma automática, que el paro se reduzca y regrese el bienestar. Y, contra el brillo de las cifras, se levantan las experiencias concretas.

Un caso ilustrativo es el de un pensionista portugués que se afana, una y otra vez, para que se lo lleven preso. Rompió el cristal de una tienda y esperó a que lo detuvieran. Pero luego lo dejaron libre: la falta era minúscula. Probó asaltando un banco. Al rato la policía recuperó los 3.000 euros que se había llevado y el juez entendió que era suficiente con mandarlo a realizar trabajos para la comunidad. En esas anda. Le podrán decir que la recesión ha terminado, pero sigue soñando con un rincón donde dormir y con un bocado que llevarse a la boca. ¿Dónde? En la cárcel.

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