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Tribuna
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La bicicleta verde

EE UU es el aliado de países en los que la 'sharía' se impone a las Constituciones

Antonio Elorza

Como El círculo del iraní Panahi, hoy encarcelado, y mejor que El círculo, La bicicleta verde, de la saudí Haifaa al-Monsour es una película que permite detectar todos los mecanismos que gravitan sobre la mujer en una sociedad islamista radical. Estamos lejos del tópico de la singularidad cultural. La narración es suave, casi en clave de humor muchas veces, y lógicamente evita toda referencia al régimen político que en sentido estricto corona el sistema.

En vez de limitar el alcance de la crítica, hace posible seguir minuciosamente el funcionamiento totalista del control y de la represión, es decir, su puesta en práctica mediante normas, rituales y fórmulas de sanción que emergen de la propia sociedad. Cuando dos alumnas del instituto son condenadas en público como pecadoras, la profesora-faquí no tiene que añadir nada a su veredicto: en la primera ocasión en que una de ellas roza inadvertidamente a una compañera, esta la rechaza airada, es impura. Ciertamente, esto no excluye que más allá los mismos criterios alcancen cotas más duras, como en el conocido episodio de Ryad, hace 10 años, donde con ocasión de un incendio en una institución educativa las alumnas se quemaron porque no podían salir a la calle sin velos y los bomberos no pudieron entrar porque eran hombres.

Islamismo no es islam, si bien se apoya en los elementos más intransigentes de los textos sagrados para imponer una sociedad cerrada, donde la mujer es el blanco y el símbolo de un poder teocrático y masculino. El ocultamiento de las formas no impide la agresividad verbal y física del hombre —invitación grosera de unos obreros a la niña, El Cairo 687— y toda exposición a la mirada masculina, no hablemos de trato personal, equivale a entrar en el reino del diablo y ha de ser evitada. Perseguir una finalidad laica, una simple bicicleta, supone apartarse de Alá. La mujer solo es tal en el recinto de un hogar dominado por el cónyuge, ser libre en el sentido hobbesiano, legitimado para buscar otra. Las redes relacionales femeninas refuerzan tales usos y hacen invulnerable la trama moral, sancionada por una lectura del Corán hecha de citas, no de reflexiones, donde como en la escuela del filme el acento es puesto sobre los versículos que pronuncian condenas e imponen sumisión.

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El islamismo se apoya en los elementos más intransigentes de los textos sagrados

El orden social wahhabí, vigente en Arabia, lleva al extremo los supuestos represivos del islamismo, del mismo modo que en Egipto extremistas salafíes propugnaban frente al pasado histórico un verdadero vandalismo, no compartido por los Hermanos Musulmanes. Ello no excluye, sin embargo, que en el año de gobierno de Morsi resultara diáfano el intento de ir forjando por vía autoritaria un monopolio de poder asentado en la sharía. El movimiento de las piezas en cuanto a las instituciones de gobierno, el control estricto del poder judicial y de la cultura, el paso delante de la sharía en la Constitución, fueron los signos que motivaron una creciente ola de resistencia popular y laica —del islam moderado— que vio traicionados los objetivos de Tahrir, formando un frente con otros disconformes, salafíes incluidos, hasta aliarse con el diablo del poder militar.

Millones de egipcios rechazaban el camino hacia un orden como el descrito en La bicicleta verde, y muchos egipcios conocen el islamismo realmente existente en Arabia. La fotografía de quienes respaldaron con su presencia la toma de poder por el general El Sisi es bien significativa, al incluir al imam de al-Azhar y al patriarca copto. El golpe de Estado no puede ser juzgado como negro contra blanco: resulta legítimo el derecho de resistencia frente a un poder dictatorial. Otra cosa es que la alternativa imponga desde el comienzo una nueva dictadura y el imperio de la muerte. En historia, con demasiada frecuencia, frente al infierno no está el paraíso, sino otro infierno.

Por el bien de su grey, el patriarca copto pudo preverlo, como asimismo el Departamento de Estado norteamericano, apresurado en el apoyo a los golpistas. Haga lo que haga, la política de Estados Unidos en la región parece condenada a equivocarse una y otra vez, lo cual tiene efectos trágicos, ya que en la pequeña guerra fría que está resurgiendo, sus errores propician el ascenso de una potencia ya definible por su apoyo a Bashir el Asad como adversaria, la Rusia de Putin. Dispuesta además, como su antecedente soviético, a ignorar toda cuestión de derechos humanos.

La hegemonía, adscrita hasta ahora a Estados Unidos, requiere en su utilización control de las situaciones y de los tiempos. Sin contar el peso sobre las opiniones públicas de la mentira de Bush sobre las armas químicas. Estas acaban entonces siendo marginadas por quienes juzgan la crisis, como sucede con el llamamiento papal. ¿Por qué no esperar al informe de la ONU? Además, tras una espera que permitió la reacción de El Asad, de Putin, y de casi todo el mundo, ¿qué significación podrá atribuirse a un ataque no resolutivo?, ¿no abrirá una crisis aún mayor? El papel de EE UU en la región es conservador. No en vano es el gran aliado del régimen que inspiró "la bicicleta verde".

Antonio Elorza es catedrático de Ciencias Políticas.

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