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Colombianos con sangre azul

La enorme fortuna del clan de los Santo Domingo entra en el palacio monegasco

Andrea Casiraghi, Pierre Casiraghi, Tatiana Santo Domingo y su padre, Julio Mario Santo Domingo, en una imagen de 2006.
Andrea Casiraghi, Pierre Casiraghi, Tatiana Santo Domingo y su padre, Julio Mario Santo Domingo, en una imagen de 2006.Michel Dufour (WireImage)

Todos tenemos un pasado familiar. Muchas veces gris y casi nada interesante salvo para uno mismo. Pero en otras ocasiones supera con creces a quien, de repente, se convierte en protagonista de un aluvión. Tatiana Santo Domingo se casa el último día del mes con Andrea Casiraghi, el hijo mayor de la princesa Carolina, consolidándose como famosa de la farándula al emparentarse con los Grimaldi monegascos. Un eslabón más en la cadena del Principado que tanto juego ha dado siempre a muchos corazones.

Pero la próxima nuera de Carolina, que será incluso heredera consorte mientras el príncipe Alberto no tenga descendencia reconocida, es solo una niña bien, una señorita que en sí misma no aporta demasiado. De hecho, ella lo admite. Discreta, entretenida con la moda étnica y educada gracias al abultado colchón millonario ancestral entre Ginebra y París, cuenta con títulos en Artes y Comunicación en Londres y Nueva York. Nada realmente trascendente, salvo que lo haya sido para alguien su designación como la mujer más elegante del mundo en 2010 por Vanity Fair, revista en la que, no por casualidad, había colaborado.

Realmente, o principescamente, si no fuera por su relación con Mónaco y uno de sus pintorescos representantes, con quien ya tiene un hijo, Sacha, nacido en marzo, Tatiana difícilmente descollaría de la larga lista de jovencitas con posibles pese a la crisis. Solo su pasado y su potencial herencia importan bastante más. Boccato di cardinale, además, para el conocido paraíso fiscal de la Costa Azul, refugio de millonarios que necesita siempre mantener el glamour y la caja como razón de existir.

El abuelo de Tatiana, Julio Mario Santo Domingo, en una foto de 2005.
El abuelo de Tatiana, Julio Mario Santo Domingo, en una foto de 2005.REUTERS /Cordon Press

El único peso específico reseñable, para bien o para mal, le viene a Tatiana por línea paterna. No será la primera vez que la sangre azul europea (o semiazul, solo principesca) se cruza con los potentados del Nuevo Mundo. Pero en esta ocasión hasta las connotaciones son más transnacionales. El clan de los Grimaldi se embarca con el de los Santo Domingo colombianos, pero también de otros lados; brasileños, por línea materna, y estadounidenses, por el propio nacimiento de la novia en 1983 en Nueva York. Allí, en Manhattan, en el 740 de Park Avenue, con vecinos llamados Rockefeller o Vanderbilt, se instaló y también murió en 2011, a nueve días de cumplir los 88 años, su abuelo, el gran productor y director de la película que protagoniza ahora su nieta. Por algo al clan Santo Domingo se le conoce también como el de la Gran Manzana.

Julio Mario Santo Domingo, un personaje singular, fue el creador de todo un imperio. Como anunciando ya su futura diversidad personal nació en Panamá en 1923, donde había mejores medios para los partos en aquella época. Pero fue desde la norteña Barranquilla donde empezó su gran escalada hasta convertirse en multimillonario.

Su padre, Mario, uno de los pioneros de Avianca, fraguó ya un buen patrimonio, pero él lo multiplicó hasta colocarse entre los hombres más ricos del país y del mundo. Murió en el puesto 108 de la lista Forbes. La compañía aérea colombiana, por ejemplo, estuvo entre sus posesiones para honrar la memoria paterna. Pero hubo mucho más. Su fortuna la amasó con el negocio de la cerveza: creó la marca Bavaria, que le sirvió de lanzadera o tapadera para muchas otras empresas. Su venta-fusión con la sudafricana Sab Miller, la segunda más importante del mundo, catapultó su fortuna. Los problemas fiscales surgidos por sus maniobras empresariales fueron peccata minuta. Incluso con una de las multas se creó una fundación en la capital colombiana, una curiosa variante benéfica, que salvó el diario El Espectador y recibió elogios de Gabriel García Márquez, con quien alternaba. Fue el acaudalado con más imagen internacional tras emigrar a Nueva York en los años sesenta y codearse con la jet set. Criticado por sus ideas progresistas o su apoyo al presidente Ernesto Samper, de él se cuentan también anécdotas de una prepotencia infinita. Típico de triunfadores.

Tatiana Santo Domingo con su hijo Sacha Casiraghi, este mes en la Riviera francesa.
Tatiana Santo Domingo con su hijo Sacha Casiraghi, este mes en la Riviera francesa.Cordon Press

Una biografía tan potente era difícil de superar. Con su mismo nombre de telenovela, fue muy distinta la de su hijo mayor, el padre de Tatiana, a quien tuvo con su primera mujer, la brasileña Edyala Braga. Incluso murió dos años antes que el patriarca, en 2009, apenas con 52, y también de cáncer. Fue un vividor y juerguista, a diferencia de sus hermanastros Alejandro y Andrés, frutos del segundo matrimonio de su padre con la colombiana Beatriz Dávila. Andrés prefiere el arte y la música (como Julio, el hermano hippie de Tatiana), y Alejandro, un soltero de oro que tuvo a Eugenia Silva entre sus novias modelos, lleva la empresa, el grupo Valórem, con gran éxito de momento. Ya está en el número 82 de la lista Forbes, con 9.000 millones de euros.

También el padre de Tatiana se casó con una brasileña, Vera Rechulski, que vive entre París, Nueva York y Río de Janeiro. Su hija la visita a menudo. Las raíces de la próxima consorte del Principado de Mónaco son cada vez menos colombianas, aunque sigue tirando mucho la isla privada que compró el abuelo en Barú, al sur de Cartagena. Nada desdeñable, claro. Y ahora, con la incógnita siempre de por cuánto tiempo será mujer del heredero, dadas las congénitas volatilidades matrimoniales monegascas. Aún habrá más juego al estilo Montecarlo.

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