Turquía y Ergenekon
Los claroscuros del largo juicio contra la red golpista han cambiado la escena política del país
Después de cinco años de un proceso que ha ido extendiéndose y ramificándose hasta lo rocambolesco, los tribunales turcos han dicho la última palabra sobre el denominado caso Ergenekon, según la sentencia una conspiración tentacular con el objetivo de sembrar el caos en Turquía y derrocar al Gobierno islamista de Recep Tayyip Erdogan. Se ha dictado una cascada de condenas (17 a cadena perpetua) para militares prominentes (entre ellos el exjefe de las Fuerzas Armadas), políticos, abogados o periodistas, entre los casi 300 acusados en un juicio cuya limpieza ha merecido severas críticas internacionales.
Ergenekon ha cambiado profundamente la escena política en Turquía. Su comienzo fue visto como un paso imprescindible del Gobierno para meter en cintura a unos militares golpistas, que han condicionado absolutamente la vida política del país; el desafío de Erdogan al denominado Estado profundo —una imprecisa amalgama castrense y ultranacionalista con vocación de poder—, cuya cristalización actual sería la organización clandestina juzgada. Pero con la evolución del proceso y el conocimiento de sus detalles, esa percepción ha ido cambiando en muchos, que miran ahora el caso básicamente como una caza de brujas destinada a aplastar la oposición al creciente autoritarismo y confesionalidad de Erdogan y su partido Justicia y Desarrollo (AKP). A este giro han contribuido lo inverosímil de muchas acusaciones o su incremento exponencial. Y, en aspectos más técnicos, elementos como la vaguedad de las leyes antiterroristas aplicadas o las manifiestas violaciones del derecho de defensa o a un juicio justo.
Editoriales anteriores
El final de Ergenekon, pendiente de apelación, liquida definitivamente en Turquía medio siglo de dominación castrense y afianza aparentemente el poder de Erdogan. Pero suscita graves interrogantes sobre la libertad de expresión y de prensa o la independencia judicial de un aspirante a la UE bajo un Gobierno alérgico a la crítica y que, tras más de 10 años, ha ido ocupando cada espacio político hasta hacer saltar en la práctica muchos de los mecanismos de control democrático.
Esa inquietante deriva, en un país donde crecen las divisiones entre islamistas y laicos, está en el origen de las airadas manifestaciones contra el jefe del Gobierno de meses recientes, que aglutinaron en las ciudades turcas una representación sin precedentes del espectro social.
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