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La punta de la lengua
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un error del que bebemos mucho

“Este agua curará”, dice el periódico que dijo la vidente de El Escorial que le dijo la Virgen. Y uno de los tres lo dijo mal

Álex Grijelmo

Díjole la Virgen a Amparo Cuevas, la vidente de El Escorial, cuando se le apareció de repente: “Soy la Virgen, y quiero que se construya una capilla aquí en mi nombre. Si hacen lo que yo digo, habrá curaciones. Este agua curará”.

No se deduce de la necrológica sobre la vidente publicada en EL PAÍS el 19 de agosto de 2012, y que recogía esas palabras, si el error gramatical fue de la Virgen mismamente, si de la propia Amparo Cuevas al reproducir el mensaje revelado, o si del periodista que escribió las frases de la vidente madrileña que recogían a su vez la declaración virginal. Pero al menos uno de los tres se equivocó al emplear “este agua” en vez de “esta agua”.

Se trata de un error extendido en España y muy raro en América este de alterar el género del adjetivo determinativo cuando le sucede un sustantivo femenino que comienza por a tónica.

Habrá quien crea que el desvío nació con aquella final que perdió el Barcelona ante el Steaua de Bucarest (1986), y de la bromita que sufrían los azulgrana: “De Steaua no beberé”. De lo cual tal vez se extendió la equivocación, quién sabe.

Seguramente a algunos madridistas empezó a sonarles bien lo de “este agua” y expandieron el despropósito. Es un poner.

La doctrina académica es clara: Ante tal palabra los adjetivos deben ir en la forma femenina

Sin embargo, podemos encontrar la expresión “este agua” en autores como Vicente Aleixandre: “Escucho tu voz que resuena en este campo, confundida con el sonido de este agua clarísima que desde aquí contemplo” (La destrucción o el amor, ‘Poesías completas’. Aguilar, 1960; página 328); o Miguel de Unamuno: “Este agua era un dios disfrazado” (Del sentimiento trágico de la vida. Espasa-Calpe, 1996; página 170).

El arriba firmante también lo cometió, y vino a perpetrarlo en el momento más inoportuno: cuando hacía uso de la palabra en el IV Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado en Cartagena de Indias (Colombia) en 2007. La expresión errónea concreta que perpetré fue “este arma” (en sentido metafórico, pues no había pistola alguna por el discurso, aunque estuviera cometiendo un atraco gramatical). Y la pronuncié desde el estrado con extraordinaria claridad y potente voz.

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El origen de tal desatino se halla en la analogía con el cambio que experimenta el artículo singular en ese mismo caso: “el hacha” (y no “la hacha”, pero sí “las hachas”), “el águila”, “un acta”, “el ansia”… (pero “las águilas”, “unas actas”, “las ansias”…). La adaptación se queda ahí, no progresa hacia los adjetivos determinativos, y por eso hemos de decir “esta hacha”, “esta águila”, “esas ansias”… Y “esta agua”.

La doctrina académica es tan clara como el agua (o como esta agua): ante tal palabra y otras similares, estos determinativos deben ir en forma femenina (Diccionario panhispánico de dudas, en la entrada ‘agua’).

Todo eso está muy bien, sí. Ya hemos entendido que esas palabras que empiezan por a tónica (es decir, la que recibe el acento prosódico o acento de voz) van precedidas de artículo masculino o adjetivo determinativo femenino. Pero de repente llegan las excepciones. ¿Qué hacemos con los artículos y los adjetivos que precedan a la palabra árbitra, ahora que algunas han ascendido de jueces de línea (o juezas, si se prefiere así) a colegiadas? Con arreglo a la norma, deberíamos decir “el árbitra”. ¿O preferimos “la árbitra”? ¿O “la árbitro”? ¿Y “este árbitra”?

El arriba firmante también cometió ese error, y además en el momento más inoportuno

La Nueva gramática (página 1.089) indica que “árbitra” cumple las condiciones fonéticas que desencadenan la aparición de la variante apocopada (normas que darían “el árbitra”), pero recomienda caminar por otros derroteros, porque árbitra “se usa con el artículo una, opción que se recomienda”. Y el Diccionario panhispánico precisa: “Con los sustantivos referidos a seres sexuados que han comenzado a usarse en femenino en los últimos años, no funciona ya, de manera espontánea, la norma que tradicionalmente asigna a los sustantivos femeninos que comienzan por /a/ tónica la forma el del artículo. Así, la mayoría de los hablantes dicen ‘la árbitra’, marcando el género de forma regular en el artículo, a la vez que queda explícito este en la terminación femenina del sustantivo”.

Pero podemos ir algo más allá, porque nos hallamos una vez más ante las diferencias entre género y sexo (tan difuminadas hoy en el léxico político y periodístico): esa distancia entre la gramática y la biología. Con la gramática en la mano, no distinguimos entre el águila y el águilo, ni entre el hacha y el hacho, ni entre el agua y el aguo. Pero sí entre el árbitra y el árbitro, ya que ambos tienen diferenciados tanto el sexo como el género, frente a lo que ocurre en los otros casos. Así que en esta oportunidad puede desdoblarse el artículo: la árbitra y el árbitro; y “este árbitro”, “esta árbitra”.

Por tanto, debemos decir, si queremos expresarnos conforme a la norma culta del idioma, “el agua” y “la árbitra”, “esta agua” y “esta árbitra”. Las reglas admiten sus excepciones, pero casi siempre las excepciones tienen a su vez una norma, o su explicación, su origen.

Y cualquiera puede equivocarse, por supuesto. Incluso en el lugar menos adecuado. Uf.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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