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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Un barco cargado de azúcar

Los partidos políticos son como barcos y el silencio es un almíbar que no solo une a Rajoy con el comunismo, también revela que en la política todo consiste en tapar una cosa con otra y seguir navegando

Boris Izaguirre
El rey Juan Carlos, con la familia real de Marruecos, durante su viaje oficial al país.
El rey Juan Carlos, con la familia real de Marruecos, durante su viaje oficial al país.AFP

Sin llegar a ser una tendencia, el comunismo está presente en muchas de las cosas que están sucediendo. Por ejemplo, una de las características básicas del comunismo es la información escueta y silencio absoluto. Como el de Rajoy y también como el del señor Artur Mas, que ahora también se embarca en la moda muteante la poco transparente financiación de su partido.

Los barcos son para el verano. Lo del buque norcoreano Chong Chon Gang, que transportaba oscuras armas soviéticas de los años sesenta bajo toneladas de blanquísima azúcar cubana, es la confirmación de que el comunismo quiere estar entre nosotros. ¡Hay que celebrar el nombre de este buque! Desde los tiempos de la exquisita Cio Cio San no teníamos algo tan sonoro y machacón como Chong Chon Gang. Qué pena que ya no estén tan de moda las canciones de verano (o que todas las canciones parezcan canciones del verano), pero esto es la respuesta norcoreana al mega hit surcoreano Gangman style.

En Venezuela, que tontea con el comunismo y dispone de una flota petrolera potente, gustan de bautizar sus buques con los nombres de las misses universo de ese país: el Pilín León, el Maritza Sayalero… A lo mejor Chong Chon Gang existe y es una autoritaria miss de la revolución cultural. Sea lo que sea, el Chong Chon Gang estuvo atracado en La Habana al mismo tiempo que se realizaba una cumbre de altos mandos militares de Cuba y Corea del Norte. Mientras éstos tomaban té y mojitos, y después de leer un rato el Libro Rojo de Mao, soldados comunistas organizaron el abordaje de los cohetes desmontados, dos aviones MiG-21bis y otros cachivaches de los tiempos de la Bahía de Cochinos, para ser reparados en Corea y devueltos a La Habana.

El eco de Bárcenas eclipsa hasta la nostálgica visita del rey a Marruecos

A los que se asombren del sigilo con que los cubanos despiezan un cohete, lo meten en un barco y lo sepultan en azúcar como si fuera un merengue de limón, hay que recordarles que ya en 1962 el sigilo con estos misiles era de rigor. No fue hasta que derribaron a un americano que el mundo se enteró del armamiento nuclear en la isla. O sea, comunismo y sigilo van en el mismo cóctel igual que la yerbabuena, el ron y el azúcar.

Los partidos políticos son como barcos y el silencio es un almíbar que no solo une a Rajoy con el comunismo, también revela que en la política todo consiste en tapar una cosa con otra y seguir navegando. Así, debajo de toneladas de azúcar, hay armas nucleares. Debajo de las aportaciones a una institución cultural, hay financiación ilegal de un partido nacionalista. Y debajo de una mayoría absoluta, hay un extesorero armado hasta los dientes de SMS, whatsapps y demás artillería tecnológica siglo XXI.

El comunismo es también sinónimo de burocracia, que es en lo que se oculta o diluye la moción de censura al callado presidente Rajoy. Ahora tenemos que esperar a algo llamado Diputación Permanente, que recuerda mucho aquello del politburó, para que se planteen allí tres únicas preguntas sobre el tifón Bárcenas. Igual que en la Unión Soviética, esperaremos fumando un habano. Pero es que con su silencio, Rajoy en realidad no se debilita. Es una táctica coreana, como de la primera reencarnación de Bruce Lee, pero bien efectiva. Mientras ‘Él’ calla, los demás nos vemos obligados a hablar, manifestarnos como este jueves en Madrid clamando “dimisión”, hasta que nuestras palabras pierdan sentido o fuerza. El comunismo también sabe esperar, cuando nos volvíamos nuevos ricos, burbujeantes, estuvo ahí agazapado, a sabiendas de que el que calla más, luego sonríe mejor.

La expectación por que Mariano hable es tan grande que hasta los bebés retrasan su nacimiento. En Buckingham están hartos de esperar que Kate les entregue un nuevo Windsor. Quieren marcharse ya a Balmoral. En el ¡Hola! trinan, porque se les acumulan las portadas y hasta Penélope se reserva para dar a luz. Todos esperando a Mariano, como si retrocediéramos al cine mudo justo antes de la llegada del sonoro y en vez de “Garbo habla” fuera “Mariano, habla”. Nos preocupa que, cuando al fin llegue ese momento, nuestro presidente desafine o suelte un gallo. Además, un presidente no es una cotorra. Y si habla, ¿qué va a decir? Negará, como san Pedro, tres veces. No hay que estresarse tanto, estas voces están ensayadas y, como en las noches electorales o en los conciertos de los tres tenores, todos ganarán.

La voz de Bárcenas y su eco han eclipsado casi todo, incluso la nostálgica visita del rey a Marruecos. Mientras a su esposa la abucheaban en Asturias, a él lo piropeaban en Rabat. Y eso que era su primer acto oficial en el extranjero desde hace tiempo. Ni celebrando la envidiable estabilidad del reino vecino con un pelotón de exministros desvió nuestra atención. ¿Y si fuera posible repetir la experiencia en Berlín? En el Vanity Fair español intentan darle un empujoncito al monarca y, adelantándose al reportaje que prepara la edición norteamericana, se han reunido con casi las mismas personas que hablaron en Madrid con el periodista Bob Colacello, buscando ofrecer un retrato más dulce del que ofrecerán los gringos. Otro barco cubierto de azúcar: guerra entre cabeceras por un mismo país disolviéndose.

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