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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La irresponsabilidad

El acoso del Bundesbank al BCE daña a los mercados y carece de base política o financiera

Las posiciones del Bundesbank abiertamente contrarias al Banco Central Europeo (BCE) en las vistas del Tribunal Constitucional alemán han contribuido poderosamente a formar un seísmo financiero en Europa perfectamente evitable y totalmente injustificado. La causa del terremoto es que si el Constitucional de Karlsruhe declara que la estrategia monetaria del BCE no es correcta y admite modificaciones restrictivas en el mandato de la autoridad monetaria europea, la estabilidad financiera del euro estará en peligro; y los inversores están cotizando ahora esa posibilidad con desplomes en las Bolsas y subidas en los diferenciales de deuda. Una demostración evidente de que la estabilidad financiera en Europa, de la que tanto se congratula el Gobierno español, es coyuntural y muy vulnerable a episodios erráticos como este.

Jens Weidmann, presidente del Bundesbank, ha iniciado una cruzada contra el BCE sin otros argumentos que un vago temor: “Me preocupa que el actual margen de maniobra del BCE pueda conducir a problemas de credibilidad y riesgo en la estabilidad de precios”. Pero el riesgo de que tal cosa suceda carece de demostración empírica. De hecho, el programa de compra de bonos (la madre del cordero del acoso al BCE, junto a una supuesta extralimitación de su mandato) expuesto por Mario Draghi está sujeto a condicionalidad estricta y ningún país lo ha solicitado todavía. Este es el programa cuyo mero anuncio fue suficiente para serenar los mercados y bajar las primas de riesgo de manera sustancial, entre otras la de España.

El presidente del Bundesbank tampoco parece apreciar que la canciller Merkel y el ministro de Economía Schäuble se han manifestado ante el Constitucional como defensores de la actual estrategia y capacidad de actuación del BCE. El comportamiento en este caso de Merkel y Schaüble es merecedor de aplauso y da pie a suponer que ambos, y el Gobierno alemán tras ellos, están dispuestos a levantar el anatema contra los estímulos monetarios y a caminar, aunque sea lenta y tortuosamente, hacia un gobierno económico en Europa. Weidmann, por tanto, tampoco puede ostentar apoyo político; solo dispone de una ortodoxia rígida para espantar a los inversores europeos en un momento especialmente delicado por el peso de la recesión.

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No es el BCE, sino el Bundesbank el que se excede de sus atribuciones, puesto que ha roto la política de discreción exigible a un banco central. No se deben pregonar las posiciones de una autoridad monetaria cuando se sabe a ciencia cierta que la incertidumbre que producen causa daños en los mercados. Esta conducta se llama irresponsabilidad. Solo se explica si el señor Weidmann quiere dedicarse a la política cuando abandone su puesto o por el recelo que le produce el hecho de que el banco central alemán ya no sea una referencia única, sino solo uno entre los 17 bancos que toman decisiones.

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