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Columna
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El ‘drama’ español

Las expectativas sociales se han derrumbado en España, afectadas por la escasa esperanza de cambios económicos a corto plazo

Joaquín Estefanía

El presidente de la Comisión Europea utilizó el exasperante lenguaje de madera cuando, para quedar bien, afirmó con motivo de la presencia de Rajoy y buena parte de los ministros españoles en Bruselas la semana pasada que “España ya no es un drama”. Se refería a aspectos tales como la prima de riesgo (que sigue muy alta aunque no se hable tanto de ella), el riesgo de impago, las tensiones sobre el euro... Que se hayan superado, al menos coyunturalmente, esas dificultades no debería impedir que la Comisión Europea sea extraordinariamente sensible a lo que constituye el verdadero drama español, su factor diferencial.

Perteneciendo al club europeo, es central que sus instituciones evalúen lo que ocurre aquí en materia de paro, empobrecimiento y desigualdad. Porque Bruselas tiene que autorizar la política económica correcta para enmendar esos problemas e instrumentar los fondos que los corrijan. Para justificar la acción pública con el objeto de sacar a una economía de la depresión —el caso de España— Keynes escribió: “Cuando tenemos hombres desempleados y máquinas desempleadas (...) es totalmente imbécil decir que no podemos permitirnos estas cosas (se refiere a las políticas de estímulo y de crecimiento). Porque es con hombres desempleados y con máquinas desempleadas, y con nada más, que se deben hacer estas cosas”.

España es uno de los países más afectados económica y socialmente por la Gran Recesión. Y ello al menos por cuatro causas:

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1. Por la espectacular destrucción de empleo: el paro ha crecido nada menos que 19 puntos en poco más de un lustro (del 8% al 27%).

2. Porque la tasa de paro ha afectado extraordinariamente a los sustentadores principales de las familias (los que llevan el sueldo central al hogar), que ha pasado en este periodo del 6% del total al 21%, con lo que ello supone de pobreza y exclusión.

3. Por los cambios estructurales en materia de salarios, que han aumentado las diferencias entre los sueldos más bajos y los más altos.

4. Por la reducida capacidad del sistema impositivo y de protección social para combatir el espectacular incremento de la desigualdad, si se compara con la mayor parte de los países europeos; esa capacidad reductora de la desigualdad de los impuestos en España es casi la mitad de la de algunos países nórdicos y queda muy lejos de la observada en nuestro entorno. Por ello habrá que estar muy vigilantes con la reforma de los gravámenes que ha anunciado el PP para el año que viene.

En cualquier caso, las palabras de Durão Barroso no son afortunadas. Según todos los sondeos, las expectativas sociales se han derrumbado en España, afectadas por la escasa esperanza de cambios económicos a corto plazo (y también por la abundancia de casos de corrupción). Nunca como ahora, en las últimas tres décadas y media, se ha hablado tanto del drama español. Llega Durão y dice que no existe. ¡Qué alejamiento!

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