_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Vuestro paraíso es su infierno

Que los pudientes no paguen impuestos es lo que pone en riesgo el Estado de bienestar

I. No me refiero con este título a ningún pasaje bíblico. Me ha surgido de alguna neurona del cerebro ante la indignación que me produce comprobar la inconmensurable cantidad de dinero que se esconde en los paraísos fiscales con el fin de eludir el pago de los impuestos. En un reciente estudio de la Tax Justice Network se afirma que la cifra de riqueza financiera privada que se oculta al fisco, en más de 80 “jurisdicciones secretas” alcanza, como mínimo, entre 21 y 32 billones de dólares, es decir, más o menos el doble del PIB de EE UU. De esta ingente cantidad, la mitad la manejan los 50 bancos privados más importantes del mundo y, el resto, bancos más pequeños, compañías de seguros, sociedades de inversión, hedge funds, etcétera. Dinero, en unos casos de origen legal y, en otros, producto de los más variados tráficos ilícitos —corrupción, drogas, armas, seres humanos, expolio de dictadores— que se puedan imaginar. Los lugares donde este dinero se cobija fue revelado por la OCDE en su “lista negra” del año 2000 y entre ellos se encuentran las Bermudas, islas Caimán, Antigua, islas del Canal (Reino Unido), Mónaco, Gibraltar (Reino Unido), Islas Vírgenes Británicas, Lichtenstein, Singapur, Hong Kong (véase Paraísos fiscales, de J. L. Escario. Fundación Alternativas. Editorial Catarata). La cifra evadida es gigantesca si tenemos en cuenta que en un estudio del Credit Suisse de 2011 se evalúa el PIB mundial en 231 billones de dólares, lo que significa que el 10% o 1 de cada 10 dólares se encuentran en estos “paraísos”. Según el mismo informe de la TJN, los elegidos, no se sabe por qué dios, para gozar de estos paraísos no son más que 91.000 personas, el 0,001% de la población mundial, que poseerían el 50% del total ocultado. Es fácil imaginar que si esa masa de dinero tributase al tipo legal establecido en cada país de origen de los fondos, la recaudación de los Estados alcanzaría cifras suficientes para financiar varios planes marshallen distintas regiones del globo y, en todo caso, varias veces lo dedicado a cooperación al desarrollo a escala mundial. De aquí que lo que para una insignificante minoría es un “paraíso” para la inmensa mayoría es el “infierno”. Pero ¿por qué llamamos paraíso a lo que es una cueva de delincuentes? Según nuestro Código Penal —similar al de otros países— todo aquel que defrauda a Hacienda por encima de 120.000 euros de cuota tributaria comete delito y debería estar en la cárcel. Las prisiones, según esas cifras, deberían estar llenas de este tipo de delincuentes y, no obstante, están vacías.

Hay multinacionales y bancos cuya contribución al fisco es de risa histérica

II. En el caso de España, este artículo se podría titular “vuestra evasión fiscal es su desempleo y/o pobreza”. Para mí es difícil saber qué proporción del dinero de los “paraísos” pertenece a españoles, pero seguro que lo hay si pensamos que el 80% de las empresas del Ibex 35 tienen filiales en dichos “edenes”. Lo que también se sabe es que el fraude fiscal en nuestro país se sitúa entre el 20% y el 25% del PIB, es decir, entre 200 y 250.000 millones de euros sobre un PIB de 1 billón. Si aplicásemos a esa parte del PIB sumergido la misma presión fiscal que a la riqueza emergida, aproximadamente un tipo del 30%, obtendríamos una recaudación de entre 60.000 y 75.000 millones de euros, casi el triple de lo que España abona en intereses de la deuda, todo el déficit de este año, o entre 6 y 7 puntos del PIB.

Las conclusiones que se pueden sacar son bastante claras: primera, es falso que las pensiones o el Estado de bienestar sean insostenibles por falta de fondos. Es obvio que si los pudientes y grandes multinacionales no pagan impuestos, se evade más del doble que en Europa, concedemos amnistías fiscales, etcétera, nuestros derechos sociales se evaporarán. Segundo, es falso que la política de austeridad sea inevitable. Aquí no se ha vivido por encima de nuestras posibilidades, ni se ha gastado demasiado, aparte golferías bien conocidas. Aquí ha habido una fuga de dinero a los “paraísos”, una evasión masiva de impuestos, un descenso de recaudación no solo por la crisis, sino porque hay bancos y multinacionales cuya contribución al fisco es de risa histérica. El caso de Apple multiplicando sus ventas y recibiendo dinero de Hacienda es un escándalo y no es el único ejemplo. Tercero, es falso que el problema haya sido la deuda pública, que cuando empezó la crisis era la más baja de la UE (36% del PIB). La responsabilidad está en la crisis financiera, en la deuda privada, en los regalos fiscales de los Gobiernos y en la truhanería de los que no pagan impuestos. Tenemos un sistema fiscal aberrante en el que una renta media del trabajo tiene una presión fiscal superior al 40% entre IRPF e IVA, mientras las personas más ricas y grandes empresas cotizan mucho menos a través de exenciones, bonificaciones, sicavs, transacciones internas, evasiones y paraísos. Se calcula que la elusión fiscal de las multinacionales en España alcanza el 60% de los beneficios.

No son los ciudadanos los que mandan sobre el dinero, sino este sobre los que dirigen la democracia

III. Este escándalo fiscal es lo que está provocando que España pague intereses prohibitivos por su deuda; que no se pueda invertir en lo que necesitamos: I+D+i, educación, sanidad, infraestructuras, servicios sociales; que no podamos relanzar la economía e ir reduciendo el desempleo. ¿Por qué los Gobiernos no combaten con energía esta situación? En la cumbre del G-20 en Londres (2009) se dijo: “La era del secreto bancario ha terminado”. Ahí siguen los paraísos, cada vez más boyantes. Quizá ello se deba a que no es la democracia —los ciudadanos— los que mandan sobre el dinero, sino este sobre los que dirigen aquella. En mi opinión, es sobre esta cuestión decisiva en la que tienen que centrar su atención y acción los sindicatos, los partidos, los movimientos sociales, los medios de comunicación. Aquí es donde está la corrupción a lo bestia. Para cuándo concentraciones al son de “tu paraíso es mi infierno”, “tu evasión fiscal es mi desempleo”.

Nicolás Sartorius es vicepresidente ejecutivo de la Fundación Alternativas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_