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Dubái ofrece un exilio de lujo a cambio de silencio

En el emirato han encontrado refugio célebres asilados como la asesinada Benazir Bhutto La madre de Bachar el Asad es la última en llegar

Ángeles Espinosa
Benazir Bhutto, en su residencia dubaití en octubre de 2007, dos meses antes de ser asesinada. En la imagen, una familiar coloca una copia del Corán sobre la cabeza de la ex primera ministra paquistaní
Benazir Bhutto, en su residencia dubaití en octubre de 2007, dos meses antes de ser asesinada. En la imagen, una familiar coloca una copia del Corán sobre la cabeza de la ex primera ministra paquistaníKarim Sahib (AFP)

Anisa Makhluf, la madre del presidente sirio Bachar el Asad, se ha reunido en Dubái con su hija Bushra y los cinco hijos de esta, instalados en el glamurosoemirato desde el pasado verano. La matriarca del clan El Asad es la última incorporación de relieve a una variopinta comunidad de refugiados de lujo que huyen de los problemas políticos o económicos de sus lugares de origen. A los exmandatarios de varios países asiáticos, como el presidente paquistaní Pervez Musharraf o el ex primer ministro tailandés Thaksin Shinawatra, se han sumado en los últimos dos años quienes escapan de la inestabilidad generada por las revueltas árabes. En su mayoría, gente afín a los antiguos regímenes y empresarios que intentan poner a salvo su dinero, pero también algunos opositores.

La cosmopolita Dubái es un lugar perfecto para pasar desapercibido. Con sus urbanizaciones exclusivas y cerradas a la vista de curiosos, ofrece la suficiente seguridad para un retiro sin sobresaltos. Además, los más previsores de estos autoexiliados cuentan de antemano con el colchón de una segunda vivienda, o al menos de una cuenta bancaria. Las autoridades solo les exigen discreción. Nada de hacer declaraciones que puedan poner en apuros las ambiciones internacionales del emirato, uno de los siete de la federación de Emiratos Árabes Unidos (EAU), cuyo sistema político tampoco permite la disidencia.

Por eso el Gobierno emiratí rechazó acoger al yemení Ali Abdalá Saleh el año pasado. No se fiaba de que respetaría el acuerdo tácito de guardar silencio. Es lo que pasó con Thaksin. Desde el golpe de Estado que le echó del poder en 2006, el ex primer ministro tailandés pasaba parte de su tiempo en Dubái. Hasta que en 2009 cometió la imprudencia de dar entrevistas a varios medios extranjeros. A partir de entonces no se ha vuelto a oír hablar de él, ni de las caminatas que, según la prensa de su país, se daba por los gigantescos centros comerciales del emirato para mantenerse en forma y evitar sus agobiantes temperaturas.

Aun así, este centro financiero ha resultado la base de operaciones favorita de varios políticos paquistaníes, que bien contaban con inversiones aquí o simplemente con la generosidad de la familia gobernante. Benazir Bhutto, la ex primera ministra de Pakistán asesinada en 2007, repartió sus ocho años de autoexilio entre Londres y Dubái, lo que le permitía sacar partido de lo mejor de los dos mundos. En la capital británica podía hacer declaraciones con total libertad, mientras que el emirato, a un par de horas de vuelo de su Karachi natal, le resultaba más cómodo para reunirse con los miembros de su partido, el PPP.

Un líder checheno recibió en Dubái tres tiros en la nuca. La pistola del crimen estaba chapada en oro

Similares ventajas parece haber encontrado el general Musharraf, quien, tras refugiarse en Reino Unido al temer una posible detención por la muerte de Bhutto cuando dejó el poder en 2008, pasa temporadas en una villa alejada de los rascacielos por los que es conocida esta ciudad-Estado. La seguridad que ofrece EAU a cambio de la discreción de sus especiales invitados hace que algunos incluso preparen el camino de forma preventiva. Según un cable revelado por Wikileaks, el viudo de Bhutto y ahora presidente, Asif Ali Zardari, contactó con las autoridades emiratíes para pedirles que, en caso de que muriera o fuera asesinado, acogieran a sus hijos, Bilawal, Bakhtawar y Asifa.

Sin embargo, ese alto nivel de seguridad sin que apenas se note el rigor de la vigilancia no logró evitar el asesinato de uno de sus asilados más polémicos. El líder checheno Sulim Yamadayev murió de tres tiros en la nuca en 2009. Eso sí, en línea con el lujo que se ha convertido en la imagen de marca del emirato, el crimen se cometió con una pistola chapada en oro que apareció junto al cadáver. Yamadayev, que había cambiado de bando durante la guerra civil de su país, buscó refugio en Dubái tras perder la confianza del presidente checheno aliado con el Kremlin.

A pesar de ese incidente, y de la peliculera operación del Mosad israelí que al año siguiente acabó con un dirigente de Hamás que se encontraba de visita, esta ciudad sigue resultando mucho más atractiva que las del resto del vecindario para los allegados de autócratas caídos en desgracia. Que se lo pregunten a Leila Trabelsi, la peluquera convertida en primera dama de Túnez por su matrimonio con Zine el Abidine Ben Ali. Aunque tras el levantamiento popular el dictador tunecino aceptó la hospitalidad saudí, medios árabes han asegurado en varias ocasiones que ella pasa más tiempo en Dubái que en el palacio de Abha donde está recluido su marido. Imposible de probar.

Las autoridades ni confirman ni desmienten. Y la (domesticada) prensa local pasa de puntillas sobre esos asuntos. A no ser que pongan en peligro los intereses nacionales. Es lo que debió de sentirse en 2011 cuando, tras la huida de Ben Ali a Arabia Saudí, insistentes rumores aseguraban que el entonces presidente egipcio Hosni Mubarak había aceptado una invitación de su homólogo emiratí para instalarse con su familia en Al Ain, un oasis cercano a la frontera con Omán. Alguna televisión incluso llegó a anunciar que su avión había aterrizado en Sharjah, un emirato al norte de Dubái. La agencia estatal de noticias WAM emitió un inusual desmentido. Con todo, el vecino Abu Dabi terminó recibiendo a Ahmed Shafiq, el último primer ministro de Mubarak y candidato fallido en las primeras elecciones tras la revuelta. Como en otros casos, su hija ya vivía allí. Shafiq no hace declaraciones políticas, pero se muestra muy activo en Twitter.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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