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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Oportunidad en Israel

La mayor debilidad de Netanyahu y la pujanza del centro tras las elecciones pueden ayudar a encarrilar la solución de dos Estados

Cuando las situaciones parecen bloqueadas, los electores logran a veces dinamizarlas. Es lo que ha ocurrido con las elecciones en Israel. Netanyahu se equivocó al adelantarlas: su partido, el Likud, acompañado de la derecha de Avigdor Lieberman, ha sufrido un claro retroceso, aunque haya logrado un destacado primer lugar. Lo sorprendente ha sido el éxito de un nuevo centro, de la mano de Yair Lapid, un popular presentador de televisión, que en poco tiempo ha logrado situar a su partido Yesh Atid (Hay Futuro) en segundo puesto. Lo preocupante, que la extrema derecha de La Casa Judía haya obtenido un buen resultado gracias al apoyo de los votos de los colonos.

Netanyahu tiene todas las cartas para repetir como primer ministro, aunque debe entender el mensaje: la sociedad israelí no quiere más de lo mismo, pide renovación de políticos —en el centro y en la izquierda, con un partido laborista que ha ido perdiendo capacidad de proyecto para una izquierda que si hubiera concurrido unida podría haber ganado— y de política, tanto interna como exterior. Netanyahu puede elegir entre abrirse al centro y a los laboristas o gobernar con la derecha más extrema, incluida la religiosa. Sea cual sea la vía que elija, y la primera sería la más sensata, será un primer ministro más débil que en la anterior legislatura. Puede ser algo positivo, que incluso permita a Obama influir más para que Israel se concentre en la senda de un proceso de paz que lleve a la coexistencia pacífica con un Estado palestino.

Aunque Yesh Atid sea más proclive a la solución de dos Estados y a una negociación con Irán sobre la cuestión nuclear, no hay que tener demasiadas expectativas. La prioridad de este partido, que ha hecho del laicismo su bandera, es recortar el peso político de los ultraortodoxos y relanzar una agenda social. Pero solo con intentarlo está logrando cambiar el marco del debate en Israel.

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