Regla de plomo
Bruselas debe permitir en España e Italia políticas de inversión que no computen como déficit
La arquitectura económica de la zona euro está atrapada en un bucle peligroso. El país dominante, Alemania, y sus aliados en las políticas de ajuste a cualquier precio, se resisten a promover planes de estímulo que ayuden a los países encallados en la recesión, como España, a llegar antes a la recuperación. La Comisión Europea, acuciada por las protestas cada vez más notorias de los países del área afectados por la crisis, concibió el recurso de excluir del cómputo de déficit aquellas inversiones destinadas a favorecer el crecimiento. Pero la ortodoxia, siempre vigilante, ha conseguido limitar esta excepción a aquellos países cuyo déficit público no rebase el 3% del PIB. La Comisión y Alemania conciben las políticas de crecimiento como un premio a los países cumplidores, mientras que los incumplidores seguirán en la vorágine del ajuste radical.
A nadie se le escapa lo absurdo de tal decisión. Si solo los países con finanzas públicas estabilizadas pueden acometer políticas de recuperación, se consagrará la división de Europa en dos velocidades económicas: Alemania y Finlandia, entre los grandes, por un lado, y el resto del área económica por otro. Es cierto que las políticas de recuperación admitidas de manera tan selectiva al menos rompen con la disparatada situación de que en una zona monetaria todos sus países practiquen el masoquismo de la restricción presupuestaria; pero también es cierto que la regla selectiva excluye de la recuperación a tres grandes países cuyo crecimiento económico sería más beneficioso para la eurozona, caso de Francia, Italia y España.
Así se desliza la política económica del euro hacia otro despropósito, el de que los países que más lo necesitan no acceden a las facilidades de inversión, mientras que los que disponen de mejor coyuntura financiera, ayudada, por cierto, por el continuo flujo de capitales desde el sur de Europa hacia el norte, pueden plantear estímulos a discreción. No es casualidad que este proyecto, que probablemente se aprobará en primavera, coincida en el tiempo con las elecciones alemanas y con la amenaza de un estancamiento coyuntural de su economía, ahora fácilmente vadeable.
Asegura el vicepresidente europeo Olli Rehn que esta decisión no es una regla de oro, es decir, una excepción permanente. Tiene razón: es una regla de plomo que obstaculiza un poco más la reactivación económica en aquellos países con más desempleo.
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