El ministro que comía yogures caducados
Imaginen el terror de estar en la nevera de la familia Cañete, sabiendo que un insaciable monstruo devorador de lácteos te engullirá caduques o no. Da igual que llores o fermentes, porque él te comerá
El ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente me recuerda mucho a Lotso. Como el osito fucsia de Toy Story 3, Miguel Arias Cañete es suave, peludo y tan mullidito que dan ganas de achucharle o de recostar la cabeza en su panza. Su simpatía te lleva a verle con buenos ojos, y llegas a pensar que es un hombre tan inofensivo como juguetón. Hasta su apellido es entrañable, Cañete.
La fantasía se esfuma cuando descubres la verdadera personalidad del peluche. Lotso era un dictador malvado que mantenía bajo el imperio del terror a los juguetes del SunnySide Center. Cañete es un pintoresco ministro de Medio Ambiente con intereses en la industria petrolera, que con su Ley de Costas va a proporcionar al litoral español justo lo que necesita: más cemento. Greenpeace denunció hace poco en un informe sus lazos con los tiburones del ladrillo, y todos sabemos que los ositos buenos de verdad no se relacionan con escualos ni proyectan leyes para favorecerlos.
En una entrevista el jueves en Radio Nacional, don Miguel aseguró que su equipo trabaja en la reducción del despilfarro de alimentos en hogares, restaurantes y supermercados. Algo en lo que cuenta con todo mi apoyo, porque después de la voz de Amaia Montero no hay nada que me irrite más en el mundo que tirar comida. Ahora bien, lo mejor fue el ejemplo práctico de este posicionamiento. Hablando del lío que se monta el personal con las fechas de caducidad y las de consumo preferente, Cañete reveló que tomaba habitualmente yogures pasados. “Yo veo un yogur y ya puede poner la fecha que quiera que yo me lo voy a comer”.
Podemos hacer un análisis serio de esta frase, que seguramente le habrá encantado a la ministra de Sanidad (“gracias, Miguel, si mañana alguien sufre una intoxicación mortal, ya te llamo”). Podemos considerar extraño que a un ministro se la refanfinflen las recomendaciones que impone su propio ministerio. Podemos pensar que este señor, como tantos otros miembros de este y otros gobiernos españoles, confunde la naturalidad campechana con la patochada de tasca y amigotes.
Pero yo me voy a poner por un momento en el papel del yogur. Imaginen el terror de estar en la nevera de la familia Cañete, sabiendo que un insaciable monstruo devorador de lácteos te engullirá caduques o no. Da igual que llores, que grites, que te pongas ácido o que fermentes, porque él te comerá. Yo voy a tener pesadillas con esta historia, y creo que van a ser igual de horribles que las que sufrí con Lotso.
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