Es tu hijo
Vivo en Chueca y no tengo hijos. No sé lo que es tener en casa un chaval/a de 20 o 25 años, buen chico estudioso, responsable, sensato, que cada viernes y sábado se despide con un beso y me promete cuidarse y no llegar tarde. No sé lo que es sentirme intranquila intentando convencerme a mí misma de que no hay nada que temer. No tengo esos problemas, no es mi hijo.
Yo veo a tu hijo cada viernes y cada sábado. Es el que se toma un par de cañas en un bar que ofrece minis a 50 céntimos y a eso de las doce se sienta frente a mi casa rodeado de amigos y botellas. El que mezcla fantas con el whisky comprados a un chino, el que se fuma el peta que acaba de ofrecerle un camello. El que canta y grita a las tres de la mañana, el que orina y vomita en mi portal. El que me llama “malfollá” cuando pido silencio y me advierte a voces que se ha quedado con mi cara. El que camina inestable entre motos y coches conducidos por otros chicos como él, que le esquivan por los pelos. El que, semiinconsciente, acaba estrellado contra un contenedor de basura o en un garito sin licencia ni salidas de emergencia en el que no cabe un alma.
Las dos confiamos básicamente en lo mismo. Yo que vomitará lo justo y me dejará dormir, tú que volverá entero a casa. Y, si se pasa de la raya, hay protección. Está la policía, el Ayuntamiento. Vivimos en Madrid, no en el Far West. Tú no sabes, y a mí me ha costado aprenderlo, que la noche en algunas partes de Madrid es algo muy parecido al Far West.
Para mí, tu hijo es una pesadilla. Ni policía, ni Ayuntamiento hacen nada para que me deje dormir. Tampoco hacen mucho para que vuelva entero a casa. Si tu hijo desaparece de mi vida otros ocuparán su lugar. Si a ti te lo devuelven asfixiado en un antro o aplastado por un coche y envuelto en desperdicios, te será difícil reemplazarlo. Entérate dónde va. Y entérate de qué hace Madrid por garantizar su vuelta. Es tu hijo.— Carmen Mier.
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