¿Fraude o habilidad fiscal?
¿De verdad quieren hacernos creer Alemania, Reino Unido y Francia que no pueden acabar con los paraísos fiscales?

No les quepa ninguna duda a los ciudadanos de que ellos quieren. Aún más: lo desean fervientemente. Y están dispuestos a llegar hasta donde haga falta para acabar con determinadas prácticas. Lo que ocurre es que, pobres y débiles, nada pueden hacer. Ya habrán adivinado que estamos hablando de los países del G-20, que van a “intentar poner coto a las prácticas fiscales de las grandes empresas multinacionales”.
Este periódico informaba ayer de que “empresas como Apple o Google facturan desde Irlanda sus ventas para aprovechar los resquicios que deja la normativa fiscal y pagar menos impuestos. [Apple] tributó menos del 2% por sus beneficios en el extranjero. Google paga poco más del 3%. Facebook, Starbucks, Amazon o Microsoft usan también paraísos fiscales, zonas de baja tributación o maniobras de ingeniería fiscal”.
La información, leída en frío, es insultante. ¿De verdad quieren hacernos creer Alemania, Reino Unido y Francia que no pueden acabar con esos fraudes manifiestos? ¿Los ministros de Economía de los países más poderosos de la Tierra pretenden que demos por bueno que no pueden regular —o prohibir, ¿por qué no?— tales prácticas? ¿Que sus respectivas Abogacías del Estado, sus miles de asesores, no saben elaborar las leyes precisas para evitar esas vergonzantes actividades?
Los Gobiernos, digan lo que digan, pueden acabar con ello de un plumazo. Basta con que de verdad quieran hacerlo. Pero no se atreven. Exactamente igual que pueden erradicar la vergüenza de los paraísos fiscales, algunos de ellos amparados por esos mismos países, y que la cumbre del G-20 de Pittsburgh dejó en el limbo donde habitan las cuestiones incómodas para los bancos y las gigantescas multinacionales.
No crean que hablamos de radicales resoluciones aprobadas en asambleas del 15-M. En absoluto. Han sido los ministros de Finanzas de Reino Unido, George Osborne, y de Alemania, Wolfgang Schaüble, quienes van a proponer acabar con esas prácticas en la cumbre del G-20. Pero no resultan creíbles. Que Schaüble, mano de hierro con el déficit español, por ejemplo, emplee guante de seda con los defraudadores es, simplemente, un escarnio.
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