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Columna
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Luz de gas

Todos los días nos hacen luz de gas, pero por desgracia, el sufrimiento de los españoles no es una película

Almudena Grandes

En la versión que Cukor rodó en 1944, Ingrid Bergman no prueba bocado mientras su marido ataca la cena con apetito. Sobre sus cabezas, la intensidad de la luz que emiten las lámparas de gas crece solo para descender enseguida y volver a subir sin motivo. Charles Boyer finge que no ve nada, y se preocupa por las distorsionadas percepciones de su esposa hasta que consigue que ella misma se convenza de que se está volviendo loca. Ese es su objetivo, la razón por la que ha manipulado las instalaciones de su casa.

Primero, la banca española era la más sólida de Europa. Después, no. Luego, incluso, era muy frágil. Cayeron los gigantes, se arruinaron los propietarios de preferentes, las cajas se convirtieron en bancos y con eso iba a haber de sobra, pero tampoco. Se nacionalizó con el dinero de todos a los que estaban peor, solo para que unos meses más tarde estuvieran mucho peor. Y así llegamos al rescate bancario, el cuerno de la abundancia que el mismísimo Rajoy exigió en Bruselas por el bien de todos los españoles, aunque resultó que dependía de unas laboriosas auditorías. Cuando esas auditorias terminaron, nos contaron que su resultado era mucho mejor que lo esperado. Y entonces, justo entonces, se empezó a hablar de un segundo rescate.

La luz sube y baja sobre nuestras cabezas mientras el Gobierno insiste en que no vemos bien, en que ellos hacen lo correcto y no hay motivos para protestar por la raquítica condición de una democracia que nos está dejando en cueros. Se alaban actuaciones policiales propias de una dictadura, se infiltran provocadores en convocatorias pacíficas para criminalizar a los manifestantes, y se insulta sin rubor a quienes, como el juez Pedraz, denuncian el deterioro de las instituciones. Todos los días nos hacen luz de gas, pero por desgracia, el sufrimiento de los españoles no es una película.

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Sobre la firma

Almudena Grandes
Madrid 1960-2021. Escritora y columnista, publicó su primera novela en 1989. Desde entonces, mantuvo el contacto con los lectores a través de los libros y sus columnas de opinión. En 2018 recibió el Premio Nacional de Narrativa.

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