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La Casa Real sueca, indignada con un fotomontaje satírico

La caústica obra alude a los supuestos amoríos extraconyugales del rey Carlos Gustavo y muestra a la reina Silvia intentando borrar una esvástica, en alusión al pasado nazi de su padre

Isabel Ferrer
Los reyes de Suecia, Carlos Gustavo y Silvia.
Los reyes de Suecia, Carlos Gustavo y Silvia.GTRES

La monarquía sueca creyó haber enterrado en 2010 su particular annus horribilis cuando el rey, Carlos Gustavo, reconoció unos amoríos  y aseguró haber recompuesto su matrimonio con la reina Silvia. El soberano salió así al paso de la publicación de una biografía no autorizada, “El monarca reticente”, que relataba visitas a clubes nocturnos, juergas vigiladas por los servicios secretos, y hasta una relación seria con la cantante local Camilla Henemark. El pasado, sin embargo, persigue de nuevo a la Casa Real sueca. Un fotomontaje satírico firmado por la artista nórdica Elisabeth Ohlson Wallin, presenta a la pareja real en una situación comprometida: el rey preside una comida donde Camilla se ofrece como alimento forrada de pizzas; la reina, nacida en Alemania, barre una esvástica bajo la alfombra. Indignada, la pareja regia no descarta presentar una queja formal. “Nadie está obligado a soportar cualquier cosa y eso vale también para los reyes. Las imágenes son insultantes, ofensivas y malvadas”, ha dicho, de momento, Svante Lindqvist, jefe de la Casa Real.

La polémica obra ha sido publicada por la revista de tendencia socialdemócrata Tiden, y es también un alegato político. Las supuestas correrías del rey sueco fueron facilitadas, compartidas y encubiertas por sus amigos. Varios de ellos aparecen sentados a la mesa imaginada por Elisabeth Ohlson, disfrutando de la que pudo haber sido amante real. Ahí está, por ejemplo, el dueño de un club que quiso chantajearle tras la publicación de la biografía. “Resumo así mi reacción ante lo emanado de la Casa Real el año pasado. No soy anti monárquica, sino sensible al abuso de poder”, ha dicho la artista. Pero es que la realidad fue aún más embarazosa.

El año pasado, cuando el eco de la controvertida biografía parecía apagarse, surgió una foto del monarca en una alocada fiesta de juventud. Publicada por el diario sueco “Expressen”, y fechada en 1991, fue considerada un montaje falso aprovechando una efigie del monarca de 1976. Descalificada la instantánea, la ambigüedad del rey al comentarla dañó todavía más su imagen. Interrogado sobre la existencia de escenas similares, dijo lo siguiente: “No es imposible que existan”. Poco después, un antiguo mafioso sueco, Mille Markovic, dijo que tenía más copias en su poder. Aunque tal afirmación pudo ser una necedad (el tipo ya trató de extorsionar en su día al extenista sueco Björn Bjorg), se defendió recordando que fue el dueño del club de alterne frecuentado por el rey.

De todos modos, lo más hiriente del fotomontaje recién aparecido es el papel destinado a la reina Silvia. Arrodillada en el suelo, trata de esconder una cruz gamada nazi. El gesto hace alusión al refrán de barrer bajo la alfombra la basura indeseable, y ella estaría ocultado el dudoso pasado de su padre. Los negocios de Walter Sommerlath, miembro del partido nazi en Alemania, y director de una empresa confiscada a un judío berlinés, han sido objeto de discusión en Suecia. La propia reina ha tenido que explicar que su progenitor nunca fue soldado ni tampoco activo políticamente. “Es que era difícil ir contra corriente en aquellos momentos”, puntualiza.

La artista Ohlson Wallin, cree, por el contrario, que la Casa Real sueca “tiene por desgracia una tradición de puntos de vista de extrema derecha”. Como muestra, recuerda la correspondencia entre el rey Gustavo V, abuelo del monarca actual, con Hitler en 1940. Sobre el revuelo desatado por su fotomontaje regio, tiene una opinión clara: “La sátira política es una forma legítima de plasmar los escándalos protagonizados por la monarquía en los últimos años”, asegura.

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