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Tribuna
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Al Qaeda no está fuera de juego

La actividad yihadista mantiene la inestabilidad como antes de la 'primavera árabe'

Fernando Reinares

Al comenzar los procesos de cambio político que siguen teniendo lugar en algunos países del mundo árabe se extendió entre muchos comentaristas occidentales el convencimiento de que Al Qaeda había quedado fuera de juego y el terrorismo yihadista debilitado. El abatimiento de Osama bin Laden en mayo del pasado año, en medio de aquellos acontecimientos, fue interpretado como colofón de la estructura terrorista que lideraba desde su fundación y un suceso que, añadido a la denominada primavera árabe, prefiguraba la decadencia del yihadismo global. No parece que sea así.

Cierto que difícilmente se puede atribuir a Al Qaeda papel o influjo alguno en el inicio de las movilizaciones antigubernamentales que han puesto fin a varios de los regímenes autoritarios hasta hace poco existentes en el norte de África y Oriente Medio. Pero no lo es que el desarrollo de las a menudo convulsas e incluso violentas transformaciones en la estructura y distribución del poder de esas sociedades haya dejado a Al Qaeda fuera de juego. Tampoco es posible afirmar que el terrorismo yihadista haya disminuido dentro y fuera de las mismas.

Es muy probable, eso sí, que el núcleo central de Al Qaeda se halle aún más mermado en números y degradado en capacidades que el pasado año, acosado como sigue en las zonas tribales al noroeste de Pakistán. Sus ideólogos se han esforzado por difundir propaganda, a través de Internet, tratando de incidir sobre las actitudes y conductas de las poblaciones afectadas por los cambios en curso. Sin embargo, entendida Al Qaeda como una estructura terrorista global con múltiples frentes, sus extensiones territoriales no solo continúan muy activas sino que incluso han incrementado la intensidad y la extensión de sus operaciones.

Lejos de remitir, la violencia practicada en Yemen por Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA) se ha mantenido y algunos de sus atentados, sobre todo contra miembros de las fuerzas yemeníes de seguridad, han sido más cruentos que nunca. Al tiempo, su entidad afiliada, Ansar al Sharia, ha llegado a imponer su autoridad en algunas zonas del sur de dicho país. Por su parte, Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) ha conseguido, junto a su escisión —que en la práctica se desenvuelve como subordinada, el Movimiento para la Unicidad y la Yihad en África Occidental (MUYAO), y a una nueva organización yihadista local, Ansar al Din (AD)— instaurar, entre abril y junio de 2012, un verdadero condominio yihadista al norte de Malí.

La detención en agosto de presuntos terroristas de Al Qaeda en España es elocuente

Además, Al Qaeda en Irak (AQI) no solo ha continuado, sino que ha incrementado la frecuencia y letalidad de sus actos de terrorismo suicida, dirigidos principalmente contra blancos chiíes, pese a haber salido de dicho país, en diciembre de 2011, las tropas estadounidenses desplegadas en el mismo desde su invasión en 2003. Asimismo, Al Shabab, pese a que no atraviesa por su mejor situación en Somalia, ha sido aceptada por Al Qaeda como parte integrante de esta última, que así pasaría de mantener una célula en el este de África a contar con una extensión territorial de dicha estructura terrorista en esa zona del mundo.

A las mencionadas dos nuevas organizaciones asociadas con Al Qaeda que han aparecido en el oeste de la franja del Sahel hay que añadir otras, entre las que destaca Jabat al Nusra, formado al socaire de la guerra civil en Siria. Pero no son pocas las entidades asociadas con Al Qaeda existentes con anterioridad cuyo terrorismo no remite y hasta se incrementa. Sobresalen los casos del Emirato Islámico de Afganistán (EIA), Therik e Taliban Pakistan (TTP), la llamada Red Haqqani o el tan a menudo soslayado Emirato del Cáucaso (EC). Pero cabe igualmente mencionar otros como los del Movimiento Islámico de Uzbekistán (IMU), Lashkar e Tayiba (LeT), el Frente Islámico Moro de Liberación (FIML), Fatah al Islam (FI) o Boko Haram (BH). Mientras, otros grupos yihadistas han encontrado oportunidades propicias para articularse con autonomía, como ocurre en el Sinaí egipcio o al este de Libia.

En conjunto, la actividad terrorista que desarrollan esos grupos y organizaciones, muy diversos en su constitución y alcance operativo, pero adscribibles a la heterogénea urdimbre del yihadismo global en su conjunto, no es menor que antes de iniciarse la primavera árabe ni de la muerte de Osama bin Laden. A corto y medio plazo difícilmente van a dejar de ser tanto una fuente de inestabilidad como un grave problema para la convivencia en los países y regiones del mundo islámico donde actualmente concentran sus actuaciones, a las que no suelen oponerse los movimientos salafistas en auge.

Algunas de dichas entidades yihadistas tampoco van a dejar de suponer una amenaza para las sociedades occidentales. A comienzos de 2012 se supo que el líder de AQMI ha ordenado una reestructuración de las células con que cuenta en Europa. El hecho de que a inicios de agosto pasado se detuviese en España a dos importantes operativos conectados con el directorio de Al Qaeda y a un presunto facilitador al servicio de dicha estructura terrorista, que según los indicios tenían como misión preparar un atentado en nuestro país u otro del mismo entorno, es asimismo elocuente.

Fernando Reinares es investigador principal de Terrorismo Internacional en el Real Instituto Elcano, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos y profesor visitante de Políticas Contraterroristas en la Universidad de Maryland.

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