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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La evolución es más lista

El ADN es el soporte de información más compacto que conoce la tecnología contemporánea y puede ser la próxima locomotora del progreso industrial

MARCOS BALFAGÓN

Un transistor tenía el tamaño de una aspirina a mediados del siglo XX, pero mide lo que un virus a principios del XXI. Esta increíble historia del transistor menguante, uno de los grandes logros de la tecnología moderna, es lo que subyace a la llamada ley de Moore: que la potencia de los chips se duplica cada año y medio. La palabra ley en este caso no se usa en el sentido de un principio científico universal e inviolable, como la primera ley de Newton o la segunda ley de la termodinámica, sino más bien como en la ley de Murphy, en un sentido jocoso y provisional. Pero el caso es que la de Moore se ha cumplido bastante bien desde que el ingeniero norteamericano Gordon Moore la formuló, hace casi 50 años, y explica el espectacular desarrollo de los ordenadores, y en parte de nuestras propias vidas, durante ese mismo periodo. Los chips de silicio, por desgracia, alcanzarán hacia el final de esta década su límite de miniaturización.

No hay que olvidar, sin embargo, que los inventores del almacenamiento de información no fuimos los humanos. Fue la naturaleza. El ADN, la famosa doble hélice que constituye el soporte de la información genética, es precisamente la base de datos que utilizamos todos los seres vivos desde hace 3.000 millones de años.

Su bit de información difícilmente puede ser más pequeño —una simple molécula, o base, hecha de unos pocos átomos—, y su grado de empaquetamiento difícilmente puede ser mayor, con las bases apiladas como las hojas de un cuaderno a lo largo de la doble hélice. La genética, en el fondo, es una nanotecnología mucho más avanzada que la nuestra.

Dos genetistas de la Universidad de Harvard acaban de dejar al mundo boquiabierto al escribir un libro en la molécula de ADN. En vez de una ristra de ceros y unos, el resultado es una secuencia de a, t, g y c, las bases o letras con que se escriben los genes, pero la idea es básicamente la misma. Y el ADN es el soporte de información más compacto que conoce la tecnología contemporánea, con una densidad de almacenamiento un millón de veces superior a los actuales discos duros.

No hay novedad: la evolución sigue siendo más inteligente que sus criaturas.

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