Rusos y árabes descorchan la nueva Marbella
Julio Iglesias con Antonio Banderas y Melanie Griffith, amantes de la noche marbellí, durante una fiesta en la localidad malagueña
Marbella no se acuesta. Como Dorian Gray, la ciudad parece haber pactado con el diablo para mantenerse siempre joven y atractiva, especialmente a los ojos de turistas y residentes con una cartera abultada. Y la noche es un territorio infinito, a condición de que se mantenga la capacidad de sorpresa. En ello están empresarios veteranos y recién llegados en la localidad malagueña. ¿Las fórmulas? Todas. Beach clubs, hoteles exclusivos con discotecas o discotecas que tempranean para ofrecer cenas con espectáculo.
La reina indiscutible de la noche es Olivia Valere, que abrió en 1984 sus primeros locales, tomando el relevo de Menchu Escobar, mítica relaciones públicas de la Marbella de los aristócratas. Esta curiosa mujer, que se define como “una madre de familia”, licenciada en Literatura, que trabajó en su juventud como relaciones públicas del Senado francés y que presume de no probar el tabaco, el alcohol ni las drogas, abrió el club que lleva su nombre en 1997 en Marbella Hills. Preservado de miradas indeseadas por una muralla de diez metros de altura y con una decoración de Las mil y una noches, el complejo incluye una fastuosa discoteca, un restaurante de lujo, el Palacio de Babilonia, y un lounge conocido como La Terraza de Karen. Valere define su club como “un negocio familiar”, y asegura que el único requisito para acceder es “vestir correctamente y manejarse con educación”.
“Es como si todos tuviéramos un reloj interior que a una cierta hora nos reuniera en Olivia Valere”, afirma Kristina Szekely, empresaria inmobiliaria que puede presumir de tener entre sus amigos a todas las personas influyentes de Marbella. Entre los clientes conocidos de esta discoteca de fama mundial están el actor Antonio Banderas, a quien Valere adora (“¡Es un amor, tan amable y tan accesible!”, pondera), futbolistas como Sergio Ramos, que este verano está pasando parte de sus vacaciones en la ciudad; Enrique y Julio José Iglesias, la actriz Paz Vega, el empresario Pedro Trapote, dueño de la madrileña Joy Eslava, la familia real saudí o estrellas internacionales como Mariah Carey, Luis Miguel, Bruce Willis, Don Johnson y el músico de jazz George Benson, por citar algunos nombres. “En realidad es tanta la gente que pasa por aquí que resulta imposible enumerarlos a todos”, comenta Cristina de Lope, responsable de comunicación de la discoteca.
Olivia Valere dice que el secreto de su éxito es “saber levantar la mayonesa”. Aficionada a la cocina (protagonizó un programa de cocina en la televisión francesa), explica que “llevar un negocio de este tipo requiere prestar atención a todos los ingredientes”. Este año ha incorporado a su oferta los dining shows, a cargo de estrellas como el cantante de hip-hop Akon, que presentó allí la bebida para millonarios Sex on the Beach (mezcla de vodka y esencias de frutas). En invierno, cuando el negocio baja, esta mujer incansable despliega su agenda y recorre el mundo en busca de nuevos clientes. El trabajo da sus frutos: los rusos más ricos de Marbella han escogido este año su club para una gala benéfica.
Si Olivia Valere es el sitio para terminar la noche, cómo empezarla es cuestión de preferencias. A los más clásicos les gusta calentar motores con una cena en lugares como La Meridiana, el Marbella Club o su Beach Club, que abre solo en verano. Por estos lugares aún se dejan ver históricos de Marbella como Gunilla Von Bismark y su inseparable Luis Ortiz, miembro de Los Choris (algo así como el rat pack marbellí de los años setenta); Carlos Goyanes, Cari Lapique y familia o Manolo Santana. “El Marbella Club es como mi casa. Conozco a todos y cada uno de los miembros del personal”, cuenta Gunilla.
Los clubes de playa son una opción para gente joven. Entre los más populares se cuentan Trocadero y Trocadero Beach, de ambiente democrático, lo que quiere decir que se puede encontrar a Gunilla Von Bismark o Vicky Martín Berrocal, pero también a gente anónima de clase media-alta con ganas de divertirse en un lugar agradable. Más exclusivos son el Ocean Club, en Puerto Banús, preferido por futbolistas como Sergio Ramos, Jesús Navas o Van der Vaart; o el Puro Beach Marbella, que en realidad está llegando a Estepona, y es propiedad del empresario Rosauro Varo, pareja de la actriz Amaya Salamanca. Atrae a clientes como Álvaro Muñoz-Escassi, jinete y jugador de polo, o la cantante Silvia Pantoja.
Los clubes de playa ofrecen el atractivo combinado de la cercanía al mar y una temprana animación nocturna. Presididos en general por una enorme y bella piscina, suelen incluir restaurante, lounge y discoteca al aire libre para la primera copa. Otros establecimientos de moda en este estilo son Nikki Beach y La Suite del Mar, exclusivo lounge-discoteca del hotel Puente Romano.
Una vez solventada la cuestión de la cena y la primera copa, viene el dilema de por dónde seguir la noche. Los toreros, gente clásica, optan por la Finca Besaya, un exclusivo restaurante y bar de copas situado en la Urbanización Río Verde, a medio camino entre Marbella y Puerto Banús. Cayetano y Fran Rivera o El Cordobés son algunos de los fieles a este sitio tranquilo y apartado. Otra opción que atrae a un público tal vez menos conocido pero no menos adinerado son discotecas como Funky Buddha, Sleek, Aqwa Mist o Crazy Nigths o la recientemente abierta franquicia del magnate Fabio Briatore, Billionaire, distribuidas entre Puerto Banús y La Milla de Oro y cuyo mayor atractivo son los DJs internacionales. Un estilo más ibicenco pero igualmente glamouroso y caro, donde alquilar una mesa cuesta de 180 a 1.000 euros y donde se facilitan test de alcoholemia, taxis y hasta limusinas para seguir la fiesta, si bien, precisa Jacques Zghinou, propietario de Crazy Nigths, “la gente no comete ya tantos excesos con el alcohol”.
Entre las bebidas, ha vuelto a ponerse de moda el inmortal champán, en botellas que van desde el benjamín hasta la magnum de 15 litros (nunca nada menos de Möet Chandon, por supuesto). Y como licores, triunfan la ginebra y el vodka, bebida favorita de los nuevos amos de la noche; los rusos. Junto a ellos, árabes (saudíes y kuwaitíes), marroquíes, muchos ingleses, alemanes, franceses, nórdicos, latinoamericanos, cada vez más estadounidenses y, por supuesto, españoles. Todos en busca de una noche eterna al precio que sea, aunque la crisis haya arrasado con excesos que se cometían hace pocos años como los riegos de champán en las playas.
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