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Carlota Casiraghi y Gad Elmaleh, la princesa y el corista

La última pareja de la hija de Carolina de Mónaco podría ser la pesadilla de toda madre aristócrata: es padre de un hijo y 15 años mayor que ella Sin embargo, la popularidad del cómico judío marroquí podría beneficiarle

Carmen Mañana
Gad Elmaleh, en una visita al Festival Internacional de Cine de Marrakech.
Gad Elmaleh, en una visita al Festival Internacional de Cine de Marrakech.SERGE ARNAL (KORPA)

Su abuela era una oscarizada actriz que se casó con un príncipe. Su madre, una princesa que se enamoró de un actor –Vincent Lindon–. Y Carlota Casiraghi (Mónaco, 1986), hija de Carolina de Mónaco y nieta de Grace Kelly, ha cambiado a Alex Dellal, heredero multimillonario y encarnación popular del concepto de buen partido, por Gad Elmaleh, un humorista 15 años mayor que ella y padre de un hijo de 11 que podría personificar otro arquetipo muy popular, el de pesadilla de toda madre.

Con todo, el romance ha sido “recibido entre los franceses como una agradable sorpresa”, cuenta la periodista de Paris ­Match Pauline Delassus, una de las reporteras que han seguido más de cerca la relación. Nada que ver con el escándalo que desató el idilio de su madre con el también maduro Philippe Junot. Cuando se casaron, en 1978, ella tenía 21 años, y él, 38. El matrimonio duró apenas dos años, y el calificativo más suave que las revistas dedicaron a Junot fue el de playboy.

Carlota Casiraghi, a su llegada a la proyección de "Madagascar 3" en el último Festival de Cine de Cannes, el pasado 18 de mayo.
Carlota Casiraghi, a su llegada a la proyección de "Madagascar 3" en el último Festival de Cine de Cannes, el pasado 18 de mayo.ANDREAS RENTZ (GETTY)

Pese a que se ha especulado con que Carolina no ve con buenos ojos la nueva relación y que no se ha visto al actor en ningún acto oficial de la familia principesca, la opinión pública parece haber dictaminado que la madre no puede reprochar nada a la hija. “La gente ve las salidas de Carlota y Gad como si se tratase de un cuento de hadas entre una joven princesa y una gran estrella”, continúa Delassus. Flamantes protagonistas de una comedia romántica, quizá demasiado tórrida para ser estadounidense: atrás quedó el decoro –por no decir hipotensión– que caracterizó los cinco años de Casiraghi junto a Dellal.

Carlota es una de las aristócratas más bellas del mundo. Gad, “un artista muy querido por el público tanto por su sentido del humor como por su atractivo”, resume Delassus. La alianza con el actor, de perfil más terrenal, está humanizando a la princesa, sumida desde la cuna en un aura de inaccesibilidad. Sin embargo, el torbellino mediático la ha abrumado. “Es perseguida sin descanso día y noche por una decena de fotógrafos”, lamenta su abogado, Alain Toucas, que ha interpuesto una denuncia penal ante la fiscalía de París por “violencia”y “montajes” contra un grupo de paparazzi. Un asedio que el letrado ha comparado con el que sufrió una de sus antiguas clientas: “Estas persecuciones de motos y coches representan un riesgo muy grave de violencia física. Yo lo viví con la princesa de Gales, a quien tuve el honor de representar, y no tengo ningún deseo de repetirlo”.

La prensa del corazón tampoco le es desconocida al actor. Sus páginas dieron cuenta de su boda en 1998 con la actriz Anne Brochet, el nacimiento de su hijo Noé y su posterior divorcio en 2002; y de sus affaires con la bailarina Aurèlie Dupont, la periodista Marie Drucker y la actriz Nora Arnezeder, tres años más joven que Carlota: todas ellas mujeres conocidas en Francia.

Judío franco-marroquí de pe­netrantes ojos azules, monologuista respetado, actor y director de cine, Elmaleh ha participado en producciones internacionales como Midnight in Paris, de Woody Allen, o Las aventuras de Tintín, de Steven Spielberg. Y ahora protagoniza la última película de Michel Gondry, Mood Indigo, durante cuyo rodaje recibió la visita de Carlota, como acreditaron los paparazzi.

"En Francia ven las salidas de la pareja como si se tratase de un cuento de hadas"

El romance se ha documentado casi en directo: desde el flechazo en una cena con amigos comunes en diciembre hasta sus encierros de fin de semana en el piso parisiense de Elmaleh de los que el humorista “solo sale para buscar avituallamiento y comprarle dulces a su princesa”, revelaba con sorna la web Atlantico. “El 28 de diciembre eran una pareja que se rinde en un club de la noche parisiense, unos amantes que se aprietan sobre un sofá de terciopelo rojo”, añadía con literatura Paris ­Match. “Quizá son los mil talentos de Elmaleh los que han hecho sucumbir a Carlota. ¡Con él no corre el riesgo de aburrirse!”, bromeaba la revista Closer, dando cuenta de la nueva sonrisa que parece haberse instalado en el rostro de la princesa.

No pueden haber llevado vidas más distintas. Nacido en Casablanca, Elmaleh emigró con solo 16 años a Montreal. Allí trabajó de chico de los recados en la empresa de unos parientes. Su padre, mimo de profesión, no podía enviarle dinero con frecuencia. Cuando llegó a París en 1990 sufrió “la experiencia de ser emigrante”, reveló en The New York Times. “Noté una gran diferencia con respecto a los judíos y árabes nacidos en Francia. Recuerdo que cuando fui a la prefectura a por mis papeles gritaron mi nombre mientras los aplastaban para demostrar su desdén”,

El actor ha rentabilizado estas vivencias en sus monólogos, de fuerte carga ideológica. Su pieza cómica más popular gira en torno al personaje de Chouchou, un travestí marroquí que recorre las calles de París. Y Coco (2009), su única película como director, cuenta la historia de “un judío sefardí que se vuelve loco y quiere hacer el bar mitzvah más fabuloso del mundo para su hijo”. Algo parecido al Baile de la Rosa que cada año organiza la familia principesca de Mónaco y en el que quién sabe si algún día llegaremos a ver a Elmaleh. Daría para un buen sketch.

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