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Tribuna
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Defender y reforzar las fronteras anteriores a 1967 es salvar a Israel

Varios países de la UE se han comprometido a evitar que los productos procedentes de los asentamientos israelíes tengan trato preferencial

En las tinieblas que rodean el proceso de paz en Oriente Próximo, ahora vemos un atisbo de luz. Desde 2009, el Reino Unido, siguiendo la normativa europea en materia de protección del consumidor, viene tomando medidas para garantizar que los productos procedentes de los asentamientos israelíes no lleven la etiqueta de "Fabricado en Israel". Después de la reunión de los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea (UE), celebrada el 14 de mayo, parece que varios Estados miembros están dispuestos a seguir el ejemplo británico. Dinamarca ya ha anunciado que lo hará. Otros Estados miembros se han comprometido a evitar que los productos procedentes de asentamientos israelíes no gocen del trato preferencial que garantiza el Acuerdo de Asociación entre la UE e Israel.

En contra de lo que se podría pensar, los miembros de la UE que adoptan estas medidas lo hacen para proteger los intereses israelíes. Lo hacen para defender y reforzar la Línea Verde, es decir, la frontera anterior a 1967 entre Israel y los territorios palestinos ocupados. La Línea Verde es esencial para alcanzar la paz en Oriente Próximo. Es la que se trazó con lápiz verde en los mapas que estaban sobre la mesa en la época en la que se firmó el alto el fuego entre Israel y los Estados árabes, es decir, en 1949. Por desgracia, esa línea sólo se mantuvo hasta la guerra de 1967.

Durante dicha guerra, Israel ocupó Cisjordania y la franja de Gaza. Desde entonces, los sucesivos Gobiernos israelíes no han dejado de tomar iniciativas para difuminar esa línea y acabar borrándola. La Línea Verde ha desaparecido de los mapas oficiales del Estado de Israel. A los colegios se les ha llegado incluso a prohibir que la muestren en los materiales docentes.

Desde 1967, los Gobiernos israelíes no han dejado de tomar iniciativas para intentar borrar la Línea Verde

La gran magnitud de los asentamientos y su carácter expansionista erosionan día a día la Línea Verde. Dentro del territorio palestino ocupado se instalaron zonas residenciales, en las que ya viven más de 500.000 colonos, para que nos olvidáramos de la existencia de la Línea Verde y para evitar la constitución de un Estado palestino independiente. Hace tiempo que todos los israelíes deberían tener claro que cualquier cosa que esté dentro del perímetro de la Línea Verde pertenece a un Israel democrático, legal y normativo, y que todo lo que está más allá es otra cosa: algo antidemocrático, ilegal y no normativo. Algo que no es nuestro.

Pero los ojos del pueblo israelí están ciegos, sus oídos sordos y sus dirigentes son blandos y débiles. Precisamente esta es la situación en la que las sociedades civilizadas necesitan urgentemente opiniones e intervenciones exteriores que reflejen el absurdo de la situación que se ha creado y centren la atención en el daño que causa la ceguera humana y política. Hay que decirle a Israel que es imposible tratarlo como “la única democracia de Oriente Próximo” cuando es también el último ocupante colonial del mundo occidental.

Borrar las fronteras anteriores a 1967 supone borrar los valores en los que se asentó Israel: democracia, igualdad, Estado de derecho, secularismo y modernidad

No es antisemita ni antiisraelí trasmitir esos mensajes. Por el contrario, los auténticos enemigos del futuro de Israel son los colonos, los conquistadores y sus aliados políticos, entre ellos Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí.

En realidad, cualquiera que pretenda borrar las fronteras anteriores a 1967, lo que está pidiendo es borrar los valores básicos en los que se asentó el Estado de Israel: democracia, igualdad, Estado de derecho, secularismo y modernidad. La colonización de la tierra palestina situada al otro lado de la Línea Verde va en la dirección opuesta, ya que desata energías fanáticas, nacionalistas, fundamentalistas y antidemocráticas que ponen en peligro todos los cimientos del Israel civilizado.

Yo he decidido no comprar ningún producto procedente de los asentamientos. No cruzo la Línea Verde, ni para defender causas ni para acontecimientos familiares, porque todo lo que ocurre al otro lado de esa Línea Verde encarna el alter ego oscuro de Israel. Su personalidad oculta queda allí de manifiesto: maligna, virulenta e impenetrable. Esa personalidad amenaza con conquistar las partes buenas y humanas del Israel legítimo. Con ayuda internacional, debemos devolver esos genios a sus botellas, o más bien regresar a los entornos positivos que, en su fundación, eran el destino de este Estado.

Podría parecer que impedir que los productos procedentes de los asentamientos lleven la etiqueta de “fabricado en Israel” y bloquear su entrada preferencial en la UE es una medida simbólica y menor. Sin embargo, en las circunstancias actuales, es un paso de gigante para la paz en Oriente Próximo, que ahora parece más remota que nunca.

En contra de lo que quizá les digan, esto no supone un boicot absoluto contra Israel, sino una sutil distinción moral, que establece una diferencia entre su gran potencial y sus capacidades destructivas. Si, Dios no lo quiera, la Línea Verde quedara permanente borrada de las conciencias y del territorio, Israel también quedaría borrado. Luchar por la conservación de la Línea Verde es luchar por Israel. Cualquiera que la defienda y la refuerce será un amigo de Israel y mantendrá viva la esperanza.

Avraham Burg fue presidente de la Knesset (1999-2003) y presidente de la Agencia Judía y la Organización Sionista Mundial.

Traducción de Jesús Cuéllar Menezo

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