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Alemania reconsidera a su “bochornoso” rey del ‘kitsch’

Rolf Eden es un extravagante ‘playboy’ berlinés de 84 años adicto a la notoriedad Se querelló contra una mujer de 19 que se negó a tener sexo con él por considerarle muy mayor La reciente revelación de un pasado huyendo de los nazis ha sorprendido a sus compatriotas

Rolf Eden, en la ceremonia del Premio Alemán de Cine, donde competía un documental sobre su vida, el pasado 27 de abril, en Berlín.
Rolf Eden, en la ceremonia del Premio Alemán de Cine, donde competía un documental sobre su vida, el pasado 27 de abril, en Berlín.THOMAS PETER (REUTERS)

Rolf Eden quiere que usted lea este artículo. Es más, este donjuán de 82 años haría lo que fuera para conservar la notoriedad obtenida durante decenios como empresario de clubes nocturnos y orgulloso playboy en el trepidante Berlín Oeste de la guerra fría.

Según ha dicho, su testamento estipula que en el caso de que muera mientras practica el sexo, la mujer que esté con él recibiría más de 260.000 euros. Cuando tenía 77 años, presentó una querella por discriminación contra una mujer de 19 que se negó a mantenerlo con él. “Me dijo: ‘Eres demasiado viejo”, recuerda. Aunque afirma que nunca le ha interesado intervenir en política, en este caso “lo hice en nombre de la igualdad de derechos”.

Al final, retiró la querella. “Una broma”, dice Eden, que tiene siete hijos de siete mujeres distintas, así como cinco nietos y un bisnieto.

En los últimos años, el alemán corría el peligro de transformarse en una caricatura de sí mismo, hasta que, hace poco, un documental reveló que antes de convertirse en el Hugh Hefner alemán fue un refugiado del nazismo y sirvió como soldado en Israel.

Un tributo constante a sí mismo

N.K.

Retirado del negocio nocturno desde hace una década, Eden se gana hoy la vida como inversor inmobiliario, un sector que dice que le ha hecho muy rico. Al preguntarle cuánto dinero tiene, responde: “Cuando uno sabe cuánto dinero tiene es que no tiene suficiente”.

La casa de Eden es un santuario a su mayor gloria. La escalera está adornada con retratos pintados por admiradores para un concurso convocado por un periódico. En el pasillo de la planta de arriba, toda una pared está ocupada por un ‘collage’ de fotografías suyas. Presume de tener una colonia marca ­Rolf Eden y un vino espumoso ­Rolf Eden.

Posee un piano eléctrico Yamaha de color blanco que toca él mismo, pero que también puede reproducir música pregrabada cuando las cosas se ponen románticas.

El impacto fue increíble. Eden era un provocador con gran demanda en televisión y una fuente constante de material para la prensa sensacionalista, un anciano de melena rubia platino hasta el hombro y profundo bronceado que posaba delante de su Rolls-Royce descapotable dispuesto a decir o hacer lo que fuera con tal de permanecer en primer plano. Una publicación local le proclamó “el berlinés más bochornoso”, una distinción que él considera “un honor” en una ciudad de 3,5 millones de habitantes.

Y en una metrópoli famosa por su vida nocturna, Eden contribuyó a esa reputación, con unos locales en cuyas juergas llegaron a participar los Rolling Stones. También apareció en películas junto a John Huston, Anita Ekberg y Klaus Kinski. Pero está igualmente encantado de mencionar otros filmes más picantes y menos serios como la producción de 1980 Tres Lederhosen en St. Tropez.

“No me importa lo que digan de mí”, asegura en su moderna villa situada en el elegante barrio berlinés de Dahlem. “Lo importante”, insiste, “es que hablen”.

Todavía lo hacen, pero de pronto se refieren a él con una seriedad poco habitual y en publicaciones que antes le ignoraban. El documental sobre su vida, El gran Eden, emitido en diciembre, fue candidato al último Premio Alemán de Cine.

El filme cuenta que la familia de Eden huyó de Alemania después de que Hitler llegara al poder, en 1933. Cuando tenía solo tres años, se trasladaron a Haifa. De joven luchó a las órdenes de Isaac Rabin en la guerra árabe-israelí de 1948, con valor y coraje, según el documental, que cita testimonios de otros veteranos.

Sin ser un secreto, su vida en Israel es, desde luego, algo que Eden siempre había llevado con mucha discreción, dice Peter Dörfler, director del documental: “Cuando comencé el proyecto, le dije que quería ir con él a Israel, y me contestó: ‘No, no, ¿para qué? No es más que una mínima parte de mí”.

“Rechaza todo lo que no sea una vida fácil, feliz y divertida, y no le gusta nada hablar de cosas como la guerra y el sufrimiento”, asegura Dörfler, que ahora colabora con Eden en su autobiografía, que se publicará en septiembre.

Esta aversión no solo a la guerra, sino a todo lo deprimente, incluidos entierros y hospitales, queda patente en una de las escenas más conmovedoras del documental. Yoram Kaniuk, el eminente escritor israelí, viejo amigo de Eden, cuenta que le llamó para comunicarle que tenía un cáncer con graves complicaciones. “No me lo cuentes”, recuerda que le dijo Eden. “Y a continuación me envió un montón de dinero que me salvó la vida. Llegó dos días después”.

Kaniuk relata lo que se sorprendió la gente de que Eden se fuera a vivir a Alemania después del Holocausto. Él le insistió en que si había sido un refugiado, también era una víctima. Pero Eden rechazó por completo la etiqueta. Su filosofía consiste en un optimismo invencible. Según Dörfler, uno de los títulos provisionales de las memorias es Todo feliz siempre.

“He sido muy afortunado toda mi vida”, dice Eden. Aun así, la vida no fue fácil para su familia tras instalarse en Haifa. Su padre, que había sido dueño de una fábrica en Berlín, quebró en 1936 y acabó trabajando de taxista. Más adelante abrió una cafetería con su madre.

Eden, que toca el saxofón, la batería, el piano y el acordeón, dejó el colegio cuando tenía 14 años y trabajó como músico. Ya entonces formaban parte de su plan los golpes publicitarios. Una fotografía en blanco y negro de la época le muestra tocando el acordeón a lomos de un burro, mientras un viejo sostiene un cartel en hebreo que anuncia un club.

Eden vivía en París en 1956 cuando leyó en un anuncio de un periódico que los exiliados que regresaran a Berlín cobrarían 6.000 marcos (alrededor de 9.400 euros de hoy). Cuenta que se subió al siguiente tren con intención de cobrar el dinero y volver a Francia, pero se sintió atraído por aquel lugar y decidió quedarse.

Al año siguiente inauguró el Eden Saloon, en la esquina del histórico bulevar Kurfürstendamm y Nestorstrasse. Fue un éxito desde el primer momento. Cuando se alzó el muro de Berlín, en 1961, Eden no consideró que fuera motivo para cerrar, sino una oportunidad para crecer mientras otros dueños de negocios huían. Así que compró el local para su nuevo cabaré, el Nuevo Eden. Sus clubes tenían espectácu­los con tragafuegos y strip-tease. Eden asegura que él fue el primero en llevar un dj a Berlín, y también a la primera dj en top less. Uno de los que se desnudaban en sus espec­táculos de variedades era un travesti. “¡Es un hombre!”, grita, entre risas, imitando la reacción que tenían los soldados estadounidenses. “Es increíble que sea un hombre”.

El pasado febrero, en su fiesta de cumpleaños, Eden agarró el micrófono e interpretó un popurrí de canciones clásicas con una energía sorprendente para un hombre de su edad. “Dadme cinco minutos más, solo cinco minutos”, cantó. Para cualquiera que le conozca, es evidente que no era verdad. Rolf Eden aprovecha cualquier minuto que puede y todavía quiere más.

© 2012 New York Times News Service / Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

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